78. Los alemanes
La vecina del bajo le pidió a mi madre que regara las plantas mientras ella y su marido, conocidos por su carácter reservado, pasaban el verano en Alemania. Allí habían trabajado durante unos años. Yo siempre la acompañaba y curioseaba por las diferentes habitaciones. Una vieja maleta llamó mi atención en una ocasión. Justo cuando iba a abrirla, mi madre apareció avisándome de que ya había terminado. Qué pena que perdieran a esa hija tan pequeña, dijo creyendo no ser escuchada. ¿Cómo de pequeña, mamá? ¿Cabría en una maleta?, le pregunté instintivamente. Me miró extrañada y me dijo que eran habladurías de la gente, que ella no sabía nada. Al regresar a casa, con voz impostada, llamé a la policía. Cuando los alemanes regresaron del viaje encontraron su vivienda precintada. Nadie los vio, excepto yo. Dieron media vuelta y caminaron calle arriba con paso ligero. Me quedé inmóvil hasta verlos desaparecer. Me fui a dormir con la imagen de ella clavada en mi retina. A duras penas podía ocultar su abultada barriga y las lágrimas que le caían por las mejillas a sabiendas de que, vivir en paz, durante un tiempo, fue solo una ilusión.
Esta muchacha tiene intuición y decisión. Todo acaba saliendo a la luz, por mucho que se esconda en maletas. Las habladurías muchas veces no pasan del chismorreo, pero a veces tienen algo de fundamento.
Un abrazo, suerte y feliz 2025, Beatriz
Y por otro año lleno de croquetas, teatro, letras y alegría, Bea.
Feliz año para ti también, Ángel. Tenía pendiente regresar por aquí y no quería acabar el año sin hacerlo, os echaba de menos. Y tus comentarios siempre tan amables. Un abrazo.
Bea, me quedo con ganas de una precuela: saber en qué circunstancias perdieron a su hija y por qué la ocultaron en una maleta.
Un abrazo y feliz 2025.
Pd: guárdame un tuper de croquetas, si no es mucha molestia!
Muchas gracias por pararte a comentar el texto, Rosalía. Feliz año también para ti, siempre es un placer cocinar croquetas para buena gente 😉 Abrazos.