80. La entrevista (Sara Lew)
—Volviendo al tema de su participación en la guerra, señor Krausser. ¿Por qué no apretó el gatillo en aquel pelotón de fusilamiento? ¿Compasión, miedo, empatía con esa pobre gente…?
—Sí que apreté el gatillo, señorita Steven. Solo se me encasquilló el arma.
—Pero… ¿es usted consciente de que este cambio en su confesión podría suponer la reapertura del juicio que hace más de cincuenta años lo absolvió de crímenes contra la humanidad?
—A esta altura ya no importa, mi estimada jovencita. Soy demasiado viejo para ir a la cárcel. Además, me gustaría que a mi muerte me recordaran como realmente fui.
Bueno, al final ha hecho examen de conciencia, aparenta dolor, dice los pecados al confesor, pero no parece que vaya a cumplir ninguna penitencia. Vamos, como alguno más que yo conozco.
Muy bien expuesto, Sara.
Lamentablemente hay todavía varios de esos, Luis. Y siempre los habrá.
Un saludo.
Más que arrepentirse, se regodea en su crueldad. Como ya es viejo y no puede recibir ningún castigo, quiere se reconocido sin ningún escrúpulo, ni ningún falso arrepentimiento, como un «valiente ganador de guerras»
Suerte, Sara.
Así es, Piluca. Has retratado al personaje.
Un abrazo.
Qué fácil es presumir de algo atroz cuando ya no hay posibilidad de escarnio. Muy buena conversación.
Un saludo
JM
Muy terrible el personaje, esperemos no encontrarnos con nadie parecido.
Lo has descrito con mucha precisión.
En la vejez es posible destapar todas las caretas, se ha vivido mucho y la existencia restante es corta, lo que contribuye a la sinceridad. Por un lado es comprensible y hasta positivo que el protagonista sea fiel a sí mismo; por otro, debería de haber dicho la verdad, pero acompañada de una petición de perdón, el hacer lo contrario es lo que le confiere categoría de inhumano.
Suerte y un saludo, Sara
Y lo reconoce ya viejo no? Encima, buen relato de los de apretar las tuercas.
Me ha puesto los pelos de punta ese personaje que confiesa sus crímenes cuando se sabe a salvo.
Buen relato Sara.
Ni decir los pecados al confesor, ni penitencio, pero lo más importante: ni dolor de corazón ni prpósito de enmienda y eso sí, un cinismo que se lo pisa.
Buen micro, ja, Furer.
Sara, esta crónica de un ex asesino no deja indiferente. Suerte y saludos
Me parece un buen relato y un buen retrato. Muchos mueren sin arrepentirse de sus actos. Y algunos hasta alardean de ellos. Sobre todo, cuando ya no hay demasiado que perder.
» me gustaría que a mi muerte me recordaran como realmente fui.»
Ese es el quid de la cuestión: el SER, el YO
Que le recuerden a él, aunque le odien, aunque conozcan la verdad, aunque salte a la luz sus crímenes…, pero ese es él.
Un relato para PENSAR en mayúsculas.
Me gusta, me conmueve.
Un abrazoooo, Sara
Bueeeeenoooooo…Sara Lew…me ha encantado.
La frase final es soberbia (en todos los sentidos).
Son cincuenta años llevando una máscara de bondad que no se le sostiene en la cara, que no refleja su interior. En la vejez, como decís, y más ya cercanos a la muerte, la mentira no solo incomoda, sino que pesa. Y hay que aligerar esa carga si se quiere que el alma suba livianita al cielo 🙂
Muchas gracias por vuestros comentarios.
Abrazos.
ja ja ja! Bueníiiisimo.
Has dado en el clavo. Lo normal es que más de un monstruo de estos que se pasean por las guerras o incluso lideran países masacrando vidas por capricho al final se van de rositas. El dialogo es creíble y el relato plausible. Mucha suerte 🙂
Se merecería este individuo la peor de las muertes y la más horrorosa agonía.
Abrazos y suerte