82. LAPISLÁZULI (Pilar Alejos)
Se caía el agua de los mapas de la escuela cuando nuestras ganas de aventura borraban las paredes de las que colgaban y se veía el cielo azul. Después, fluían mares y océanos de conocimiento a nuestros pies. La brisa marina inundaba nuestros pulmones de libertad y un oleaje de espuma arrastraba nuestra imaginación mar adentro. Atrás quedaba el aula, con sus voces atrapadas en el reloj de su eco infinito. Nadie las escuchaba. Ya navegábamos a toda vela por nuestra fantasía. Una estela de alegría surcaba nuestro rostro.
Mientras se adormecía nuestra piel de tiza sobre el pupitre, dejábamos de respirar la quietud y el silencio que exigían los libros. El viento derramaba lápices de colores entre las olas y nos irisaba la mirada. En el interior de nuestros cuadernos, atesorábamos suspiros con rumbo al horizonte y alientos de sol al atardecer. Pero, aquella odiosa sirena siempre interrumpía nuestro viaje y nos obligaba a regresar, aunque fuera a regañadientes.
Entonces, nos entristecía ver cómo se desvanecía la luz que teñía la tarde de aguamarina.
Pilar, has escrito un relato excelente, muy bueno. Gracias a la belleza poética de tus letras nos vas mostrando unas imágenes de gran fuerza que me evocan la infancia, los tiempos de colegio, los sueños de unos niños. Me gusta el corte que les provoca esa sirena, pero sobre todo me encanta la frase final: «Entonces, nos entristecía ver cómo se desvanecía la luz que teñía la tarde de aguamarina». Es bellísima esa luz aguamarina. Enhorabuena, una gran historia.
Te deseo mucha suerte
Besos y muchos.
Cuando el tedio inundaba las aulas, viajábamos con la imaginación.
Mil gracias, Javier, por tus preciosas palabras.
Besos muy muy apretados.