86 – Exactitudes (Patricia Collazo)
¿Por qué yo no aparezco?, preguntaste desilusionado cerrando el álbum. Ante tu mirada preocupada, me guardé la risa. Intenté explicarte que todavía no habías nacido.
—¿Cuantos años tenía? ¿Cero?
—No, no eras ni un bebito – insistí.
—¿-1, -2? ¿Como la sensación térmica?
—Algo así
—¿-1 o -2?
—Tenías -6 —concreté. Contigo era importante la exactitud.
Precisión que hubo que inventar cuando, mirando otro álbum, preguntaste la fecha exacta en que habías subido a ese tobogán, o qué hora era mientras comías aquel helado.
Llovía. Mi decreto de día para ordenar armarios había virado a día para mirar fotos, para dejar que un peine me tironeara en tu afán de hacerme los rizos que tuve alguna vez.
Ante tus ansias por saber si volveríamos a algún lugar, entendí que el sitio a donde siempre querré volver estaba exactamente entre tus dedos señaladores, entre tus zapatillas de indio regañadas sobre el edredón, en tu risa por mi pelo largo sobre uniforme escolar.
Te tomé entonces esta foto que te mando. Una excusa para contarte cuánto te echo de menos. A ti y tus precisiones matemáticas que tan lejos te han llevado. A ti y tus zapatillas talla 25 riendo sobre mi cama.
Igual que algunos nos alimentemos de historias, aunque contengan elementos que se salen de la fría lógica, que coquetean con la magia y la fantasía, hay otras personas que necesitan delimitarlo todo con precisión y números. Si lo pensamos bien, todo es susceptible de ser contabilizado: la cantidad de pelos que en un momento dado pueblan nuestra cabeza, los años, divididos en días, semanas, minutos y más que hemos vivido hasta que dimos el primer beso, o cuántas veces hemos sonreído hoy. El muchacho de tu relato pertenece al segundo grupo, al de las personas que son capaces de que un ingenio de muchas toneladas viaje al espacio merced a complicadísimos y exactos cálculos.
Una madre siempre es una madre y quiere a su hijo sea cual sea su tendencia natural. A las madres le sobra sabiduría para saber que algún día ese hijo abandonará el nido, que le echará de menos, que recordará cuando estaban tan unidos y aún parecía que tenía algo que enseñarle. Como testigos de que antes de llegar al momento actual hubo una realidad previa y distinta están las fotografías, quizá también unas zapatillas, guardadas como recuerdo.
Sé qué hablar en tu caso de originalidad y calidad es algo recurrente, pero son adjetivos que aplicados a tu escritura son del todo exactos.
Un abrazo y suerte, Patricia
Muchas gracias, Ángel. Por leer mi texto con tanta atención y cariño y por tu generoso comentario. Un gran abrazo.
Un relato que es un muestrario de cariño: en cada dato exacto que ofrece a ese niño y en cada detalle recordado en ausencia. Un proceso, el del crecimiento y abandono del nido que ella asume con la seguridad de que el amor es una ciencia exacta.
Precioso relato, Patricia. Una muestra más de tu buen hacer.
Suerte y abrazo,
¡Muchas gracias, Anna! Por pasarte por aquí y por comentar. Un gran abrazo