86. REPOBLACIÓN
Las cigüeñas ya tenían sus nidos en las torres desde hace tiempo. La de la iglesia, la del ayuntamiento y la fábrica vieja. Llegaron después los mirlos, rabilargos y también abubillas. No las habíamos vuelto a ver desde el verano del ochenta y dos.
Los zorros convivían bien con los jabalíes y peor con algún roedor que apresaban para comer, si no se los arrebataban antes los halcones y milanos.
Ya solo quedábamos tres vecinos en el pueblo. Queta, Goyo y yo. Comíamos sobre todo verduras y legumbres que seguíamos cultivando. Aunque ya no cazábamos, alguna vez asábamos conejos al ajillo que nos regalaban las rapaces.
Desde que los animales empezaron a convivir con nosotros, la plaza y la antigua carretera nacional están más animadas que nunca.
Ahora es temporada de cría para los gatos y son buenos depredadores, así que igual cataremos perdices esta semana.
Y en un mes bajarán los oseznos, con sus madres, a cazar salmones en el río que baja caudaloso. Siempre nos dejan varios por la orilla.
Nunca habíamos sido tantos habitantes por aquí.
Hacen bien estos humanos adaptándose a la invasión de la naturaleza. Podemos convivir con los animales, y en este caso se han beneficiado de forma directa.
Me gusta este título en el que los animales se consideran población.