87. El espejo
Después de dar las buenas noches a sus padres, una vez que han apagado la tele, la adolescente entra en su habitación para irse a dormir. Es el momento del día que más teme, cuando no se escucha ningún ruido en la casa, y por eso cierra los ojos mientras se va desnudando, hasta que se queda en ropa interior, y así, indefensa y vulnerable, de pie, sin que pueda evitarlo, incapaz de mantener su promesa de no abrirlos, una mirada furtiva rompe el equilibrio que tantas horas le ha costado conservar. Entonces siente el asco y las lágrimas que otras noches de rabia e impotencia también la acompañan, y suplica entre susurros y sollozos, como una monótona letanía, que se vaya, por favor, que se vaya, porque cada mañana su voluntad es más débil, porque no quiere ser así, porque recuerda y echa de menos a la que era hace apenas un año, un mes, una semana. Y antes de ver cómo la imagen de su cuerpo empiece a desbordar los límites del espejo donde se refleja, corre hasta el cuarto de baño para vomitar la única comida que se ha permitido hoy, esa manzana devorada compulsivamente a mediodía.
Tu protagonista tiene un grave problema. La obsesión de verse reflejada en un espejo de forma distorsionada la va minando poco a poco. El espejo nunca miente, el problema está en su percepción, en seguir viéndose con unas medidas que considera excesivas, con un cuerpo del que reniega. Si por un instante le llega un recuerdo de como era antes, queda vencido por la fijación dañina incrustada en su cerebro, que siempre se impone. Seguro que sabe que necesita ayuda. Le queda dar un paso que no debe ser nada fácil.
Un relato comprometido con la visibilidad de un trastorno de la conducta muy actual y muy preocupante.
Un abrazo y suerte, Rafa
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, tan certero como siempre a la hora de diseccionar nuestros relatos.
Otro abrazo de vuelta para ti.
Jo, Rafa, que duro. Pero veo algo de esperanza, pues tu protagonista sabe que tiene un problema y quiere solucionarlo, aunque todavía no sabe cómo.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias por tu comentario, Rosalía.
Hay que tener fe y esperar que descubra pronto la ayuda que necesita.
Otro abrazo de vuelta para ti.
Es un micro duro pero está escrito con una gran destreza y mucha elegancia. Me gusta un montón, muchas felicidades
Muchas gracias por tu estimulante comentario, Sara, y también por tus felicitaciones.
Un abrazo.