87. INFRANQUEABLE
Escucho los sonidos que me llegan del exterior. El viento me trae los sones de su armónica. Sigue ahí, tocando para mí. El cartero me traerá sus palabras un día más. A él le llegarán las mías. Sus misivas traen el número de mi calle y mi piso, las mías el nombre de un parque. El contenido es siempre el mismo, sólo cambian las frases y, sin embargo, no cesamos de enviarlas, como si esos pliegos de papel fuesen misiles capaces de derribar los muros que nos separan, como si las paredes que me protegen fuesen a caer fulminadas por sus deseos de abrazarme; las mías no son menos y claman para que él venza su fobia y entre en casa. Somos dos prisioneros sin carcelero alimentados por la esperanza de dar con la llave que encaje en el cerrojo de nuestras celdas.


Tan cerca y tan lejos. Ya sabenos que la convivencia siempre lo cambia todo e implica riresgos, vuelve lo idílico y platónico en una realidad con inevitables momentos menos bucólicos. El miedo de esta pareja a dar ese paso ha hecho que se perpetúen en una relación incompleta. De ellos depende pasar a otra dimensión o permanecer en ese miedo, cómodo, pero también cobarde. Existen nuchas formas de amar, pero todo tiene unas fases que no pueden obviarse.
Interesante y diferente historia.
Un abrazo y suerte, Yolanda
Gracias, Ángel, él con fobia a espacios interiores y ella la contraria…difícil encontrarse.
Saludos y gracias por comentar.
Quizá la solución esté en un terreno intermedio: la reja de la ventana, ella por dentro y él por fuera, o un cenador en el jardín… quiero creer que al final encontrarán la manera de estar juntos.
Un abrazo, Yolanda.
Gracias por tu comentario.
Saludos.
Qué lástima tener fobias incompatibles. Así no hay manera de pasar al siguiente nivel. Tendrán que quedarse en el estadio platónico para siempre.
Un abrazo y suerte.
Gracias por tu comentario, Rosalia.
Muy bonito, de verdad. Desde el título. ¡Enhorabuena!
Muchas gracias, Pablo!