87. RITUAL, de Savia
A medianoche (a juzgar por la altura de la luna) y aterida por el frío, me tumbé sobre las hojas decidida a morir. Abandoné las esperanza de un rescate mientras el dolor de mi pierna me enseñaba una lección de magnitudes. El viento interpretaba una melodía orquestral. «Una marcha funeraria magnífica»- pensé. Me acordé de mi niña bonita. De cuanto la iba a echar de menos. Me acordé de mis padres, de lo mucho que sufrí al perderlos. Vacié mi mente, me relajé y me sentí preparada para ceder mi calor a la atmósfera y vaciar definitivamente mis pulmones. Y cerré los ojos. Pasados unos minutos, me levanté y caminé los escasos 100 metros que me separaban del jardín trasero de mi casa. Una vez más, mi pequeño ritual en mi «pequeño bosque privado» me hizo sentirme a salvo. Una vez más.