89. Marías o Lincolns (Patricia Collazo)
Añorar es mojar una galleta María en leche. Es algo que apetece hacer, pero cuanto más caliente está la leche, más rápido hay que sacarla o se romperá. Cuando el tiempo pasa, la leche se va enfriando, y puedes dejarla sumergida más rato. Aunque siempre habrá un momento en que se cederá con un plop imperceptible y te salpicará.
Como buena emigrante, Paula sabía mucho de nostalgias. Yo, entonces, escuchándola decir lo de las galletas y la leche tibia, sentada como indio sobre mi cama, solo podía pensar en sus senos ocultos en la penumbra, en su boca, en sus manos de ardilla sobre mi piel. Siempre hablaba de nostalgias y galletas después de hacer el amor. Entonces yo la abrazaba y me dormía oliendo la vainilla de su pelo.
Paula volvió a su país. La última noche me dijo que en Argentina las galletas son galletitas y las Marías son Lincolns. Se le iluminó la cara al recordar este detalle. Siempre temía olvidar los nombres, los olores, los lugares. Y tras ellos se fue.
Mi leche aún quema. Apenas si puedo acercar mi María y debo retirarla de inmediato. Pero cuando lo hago, todo huele a vainilla otra vez.
Precioso Patricia, recuerdos tan bonitos y tiernos que hacen que aunque la historia no acabe del todo bien para ese amor, sea redonda y preciosa.
Un abrazo,
Asun
¡¡Muchas gracias, Asun!! Otro abrazo de vuelta
Como Marcel Proust con una magdalena, Paula rememora momentos de su infancia y de su tierra, que forman parte de su ser y que transmite a su pareja en los momentos de mayor intimidad. Cuando a ambos les separa la distancia, quien la amó comprueba que las galletas y la leche le recuerdan a ella; quizá el tiempo acabe por enfriar galletas, leche y sentimientos, pero siempre le quedará ese olor suyo a vainilla.
Un relato que es un placer para los sentidos, impregnados de la más dulce nostalgia.
Un abrazo y suerte, Patricia
Las magdalenas son palabras mayores, nada puede hacer una María a su lado. Muchas gracias por tu generoso comentario, Ángel. Otro abrazo para ti.
Qué bonito relato, Patricia. Me encanta esa comparación de la nostalgia con el mojar las galletas… Cuando ya no queme mucho la marcha de Paula, el protagonista podrá pensarla durante más tiempo, y seguirá oliendo a vainilla y añorándola.
Bello y triste.
Un abrazo.
Carme.
Más bonitas son tus palabras, Carme. Un abrazo grande
Me ha encantado leerte, pero ahora estoy confusa: no sé si me apetece añorar un rato o zamparme unas galletas empapadas en leche caliente.
Yo haría las dos cosas y confusión superada… jajaja
Gracias, Edita. Un abrazo grande
Un maravillosa metáfora mojada en leche. Como siempre, una maravilla. Hay que ver lo bien que sabes llegar al corazón… y al estómago. Abrazos.
Una, perdón
Muchas gracias, Rafael. Una alegría recibir tu comentario. Un abrazo
Me gusta la metáfora de la nostalgia como algo dulce que se empapa, cae al fondo del vaso y permanece, mientras bebes, como un poso perenne que se puede observar a cada trago.
Mucha suerte Patricia!!
Bsss!!
¡Muchas gracias, señor lagarto!!
Besos
Es así la vida, como mojar galletas en la leche, o como decía aquél como una caja de bombones, nunca sabes qué te tocará o cuando se romperá la galleta, sea como sea la añoranza de ese amor no lo van a quitar ni las campurrianas. Un besote Patri, como siempre, viva la metáfora. Suerte! y vainilla.
¡Gracias, Manuel! Por las dudas, habrá que probar con las campurrianas. Un abrazo