9. CITA EN EL MUSEO, de Jesús Redondo
Museos hogar de las Musas.
Museos, gineceos de las musas, donde pesan igual cetros y cayados.
¡Aquellas musas del Parnaso!:
Calíope de la épica, Clío de las epopeyas, Erato de la lírica, Euterpe de las flautas, Melpóneme de la tragedia, Polimia de los himnos, Talía de la bucólica, Terpsícore de la danza, Urania de las ciencias…
—Pero, ¿dónde estabas tú, musa de la pintura?
—Te inventaron los pintores en cada mujer modelo.
Tantas horas de contemplación, tantos soles reflejados y partidos por sus cabellos, acabaron, muchas veces, nublando el seso del artista.
Joanna Hifferman, musa irlandesa del pintor James Whistler a quien con su hermosura, inteligencia y simpatía sedujo, también atrapó a Courbert. Sus atezados cabellos lo hechizaron. Ya altiva, ya sensual, reposa sugerente en sus obras.
Solo una vez no pintó su rostro, o si lo pintó luego lo cercenó.
En el Museo de Orsay de París expuesta intermitentemente, en pos de la moral imperante en cada tiempo, la tenéis. Su lúbrica indolencia escandaliza a algunos, aunque a todos vigoriza.
Su cobrizo vello vela el “origen del mundo”.
Perdido en un olvidado almacén, un escorzo de rostro de cabellos color castaño, buscó durante años su perdido cuerpo.
—Parece que hoy, ya lo ha encontrado.