90. EL LIBRO DE LA VIDA
Le despertó un ruido, en principio muy lejano, pero que fue ganando intensidad hasta hacerse ensordecedor. Al abrir los ojos, descubrió que el blanco inmaculado de las paredes del hospital, había transmutado en un naranja intenso, el de la lona de la tienda, que, al ser azotada por el viento incesante del exterior era la responsable del ruido.
Desbordado por la emoción de hallarse vivo en aquél preciso tiempo y lugar, descorrió la cremallera de la puerta y saltó hacia el exterior dándose de bruces contra la nieve.
A pesar de saber que en unos instantes una tremenda avalancha lo sepultaría todo, no pudo evitar romper en sonoras carcajadas llenándosele por ello la boca de nieve.
Se incorporó como pudo y dirigió sus ojos hacia la cumbre del Himalaya viendo como el cataclismo que el mismo había provocado con su risa descendía imparable la ladera.
Ningún miedo le acechaba, pues sabía que en breves momentos despertaría en mitad de la selva amazónica.
Siguiendo sus últimas voluntades, su albacea había mezclado las cenizas obtenidas de su incineración, para mezclarlas con la tinta usada para imprimir todas sus novelas de aventuras reunidas en un solo libro.
Curioso el relato que nos presentas, al que veo con un poso que parece evocar al realismo mágico. Me ha gustado, José Ángel. Saludos y suerte.
Gracias por comentar Jesús, suerte para ti también.
José Ángel, curiosa forma de reeencarnacion. Buen planteamiento para conseguirla. Suerte y saludos
Hola Calamanda gracias por comentar. Sería genial que surtiera efecto ¿verdad?
Saludos.