94. Despedida (Patricia Collazo)
A Isabel la encontraron muerta en el huerto de su finca. Ese que creían abandonado.
Sus hijos llevaban tiempo sin ensuciarse las botas de ciudad en sus esporádicas visitas. Por eso, aquella tarde de sábado en que coincidieron en el pueblo, después de años sin hacerlo, no pensaron que Isabel pudiera estar allí.
La casa estaba desierta, pero la mujer no llevaba mucho tiempo ausente. El pan que se enfriaba en la ventana estaba tibio, y un pequeño rescoldo subsistía aún en la chimenea. Esperaron. Sin hablar, porque nada había que decirse. Todo se lo dirían a ella. Le harían ver que no podía seguir sola en el campo y que una residencia en la ciudad era lo mejor para todos.
Empezaba a atardecer cuando salieron a buscarla. La extraña claridad que irradiaba el huerto los atrajo de inmediato. Los oblicuos rayos de sol se deshacían en partículas sobre las simétricas hileras de tomates, pimientos, lechugas, calabazas. Los colores no parecían reales, como tampoco el cuerpo de Isabel, que yacía en el cuidado hueco excavado en el centro del huerto. No dormía, supieron al verla.
Lloraron silenciosos. Cuando sus lágrimas horadaron la tierra, el vergel creció desaforado hasta abrazarlos.
Qué pulcro texto nos regalas, como, así también, este maravilloso huerto de Isabel y su consecuente forma de actuar ante las decisiones que otros, ahora, toman. Esa pulcritud que no demostraron , sus hijos, a pesar de su afán por no mancharse sus ¿inmaculadas? botas sobre esa tierra que da, y quita, la vida. Isabel, hasta para irse, parece no querer molestar y prefiere dejar todo preparado. ¿Y qué decir de ese bellísimo párrafo final? Me ha gustado mucho tu relato. Enhorabuena y suerte. Saludos.
Muchas gracias, Jesús, por tan bello comentario. Un abrazo.
Una mujer que regresa a la tierra que le vio nacer, que al recibir su cuerpo se fertiliza con un toque sobrenatural, que sirve para dar un último abrazo a los hijos cuando recibe sus lágrimas sinceras. Ellos la querían, aunque pudiera parecer que pensaban más en su comodidad. Ella les quería, aunque no accediese a la voluntad de sus vástagos y reivindicase, por la vía de los hechos, el derecho a terminar sus días según su propio criterio.
Un relato entrañable y mágico, como esa despedida en la que toda rencilla se olvida.
Un abrazo y suerte, Patricia
Gracias, Ángel. Por tu comentario como siempre tan certero. Un abrazo
Patricia, preciosa historia nos narras. Un huerto maravilloso, escogido para terminar sus días entre sus colores.
Un abrazo
Muchas gracias, Blanca. Me alegra que te guste. Un abrazo
Que bien nos muestras el egoismo de unos hijos, que con sus botas urbanas son incapaces de acercarse a la tierra que ama su madre. Tarde es ya visita, ella se ha ido con sus labores recién cocidas, ella ha vuelto a ese suelo que le vió nacer y ahora yacente en él son las primeras lágrimas de sus hijos las que le hacen florecer para abrazarlos por última vez. Siempre se es madre, aún cuando ya te has ido para siempre.
Es una maravilla leerte siempre Patrcia, tratas con gran destreza las palabras y nos haces sentirnos partícipes de tus historias.
Un beso grande bonita.
Es cierto, una nunca deja de ser madre. No había pensado mi texto de ese modo. Muchas gracias por la observación y por tus bonitas palabras.
Un abrazo
Una vez más dejas tu huella en uno de tus micros.Tienen siempre un algo especial, que me veo incapaz de definir (tal vez dulzura, tal vez sensibilidad, tal vez ambas cosas y algo más) y que personalmente me gusta mucho.
Suerte, Patri. 🙂
Dejar una huella especial es algo que supongo que todo escritor pretende. Por eso esto que me dices es muy importante para mí, amigo.
Muchas gracias y un abrazo
Por cierto, no sé si me has reconocido, pero soy el Dr. Ziyo, jeje. 😉
Claro que te he reconocido, Doc. Sólo que no sabía si en esta página conocían tu doble personalidad… jajaja
Muy bonita historia triste y a la vez mágica en ese huerto tan amado.
Un abrazo
Muchas gracias, Asunción. Sí, la verdad es que es triste. Gracias por tu comentario. Un abrazo
Bonita historia llena de magia, a mí personalmente me ha encogido el corazón, quizás porque me recuerda a mi madre, siempre en su huerto que nosotros solo miramos de soslayo. La tierra aporta más de lo que quita pero no siempre se valora como se debe, sólo algunas almas especiales son capaces de vivirla tal cual es. Gracias por abrirme los ojos.
Mucha suerte con tu relato Patricia.
Maribel: a veces esto de ser escritora te da la alegría de encontrarte con premios inesperados. Y tus palabras lo son. Si mi cuento te ha provocado una reflexión personal, ese es el mejor premio que puedo tener. Gracias por comentármelo. Un abrazo.
Hola, Patricia.
Texto hermosísimo el tuyo. Es de los sinceros, que plantean las cosas desde el principio al lector, el conflicto, para darles luego la vuelta con el cambio. !Y menuda resolución del conflicto! De nuevo la mujer, una madre, por encima de sus hijos varones, que deduzco que lo son por las «botas». Una mujer mayor a la que quieren quitarse de encima vía residencia para alejarla de lo que ella ama, el huerto; así y todo, en una fantástica metamorfosis, les demuestra que les quiere correspondiendo a sus lágrimas, ¿de arrepentimiento?. En los hijos se opera un cambio que los humaniza. Qué bien manejas los tiempos, los suspendes para crear expectativas en el lector, tensión narrativa en los párrafos 2º y 3º y el inicio del cuarto. Admirable la generosidad de esta mujer que se cava su propia tumba: nada de cargar con gastos de funeral, etc. a sus hijos, para quedarse definitivamente en la tierra que adora. Formidable la sabia mezcla de connotación y denotación, lenguaje indirecto y lenguaje directo, en frases con las palabras justas y con resonancias muchas veces poéticas. Es un texto prácticamente redondo, perfecto; entre los mejores, en mi humilde opinión, de este bimestre. Mi sentida enhorabuena por todo ello y por las veces que se ha cumplido, en tu persona, esa «ilusión por una llamada», que diría Agustín Martínez Valderrama, en el REC. Algo dificilísimo. Besos.
Martín: qué gusto da recibir un comentario como el tuyo. Queda una como flotando. Aunque no me crea merecedora de tanto. Lo que sí sé es que escribo con pasión y con gusto, y eso seguramente se nota. Me has hecho ruborizar.
Gracias por tus palabras y por el análisis minucioso que haces de mi texto. Me ha servido mucho.
Un gran abrazo
Patricia, has tocado un tema delicado con maestria y discrecion. Suerte y saludos
¡Muchas gracias, Calamanda!
Qué historia tan bien contada y tan cercana a tantas realidades, Patricia. Muchas felicidades. Me ha encantado, sobre todo ese abrazo postrero que la madre tiene para los hijos a quienes no pudo abrazar en vida, como hubiese querido… Muchas felicidades!
Muchas gracias, María. Por pasarte a leer mi relato y por tu comentario. Un abrazo
Otra María Patricia que admira tus escritos. Un relato precioso.
Felicidades envueltas en abrazos.
¡Muchas gracias, María! Un abrazo.
Hola Patricia
Me ha gustado mucho tu relato y creo que es bueno. Fue casualidad, pura coincidencia, que los hijos aquel Sábado fueran a visitar a Isabel? Que la encontraran en el hoyo en el centro del huerto donde ella queria precisamente pasar a mejor vida?
Quiso Isabel quizá inconscientemente declarar a sus hijos: ese es mi lugar; apreciad los frutos del huerto.
Tiene el halo de misterio que transmuta todo y que tiene que ver con la vida.
Un abrazo
Muchas gracias, Francesc. Tal vez las casualidades a veces no son tan casuales.
Un abrazo
Se quedó donde ella quería estar. Hermosa historia. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
¡Muchas gracias, Nani! Besos para ti también.
Precioso texto, Patricia, como todos los tuyos. Poco puedo añadir a todo lo que se ha dicho ya. Felicidades.
Suerte y beso.
¡Muchas gracias, Anna! Me alegro de que te gustara. Un beso
Como siempre regalándonos la magia de tu prosa, un relato que llega muy profundo. ¿Excelente!
Un gran abrazo y suerte.
¡Muchas gracias, Moli!Un gusto recibir tu visita.
Bellísimo y triste relato, Patricia. Se demuestra, una vez más, que te mereces todos los premios literarios que recibes. La última frase me ha emocionado, aún más, si cabe. Es como si la mujer fallecida perdonase el abandono de sus hijos, una vez que el llanto sincero brota de sus ojos.
Un abrazo fuerte.
¡Muchas gracias, María José! Lo que seguro no me merezco es tener unos amigos tan generosos como lo son tantos entecianos. Pero ya que los tengo, aprovecho. Un abrazo.