97. EL CAMINO, de Liquen
Me da un vuelco el corazón cuando me doy cuenta de que estoy perdida. A ambos lados del sendero se yerguen árboles altos, troncos de tonalidades sombrías y denso follaje cubriendo el cielo.
Me detengo y doy la vuelta y aparece una escena ante mis ojos. Un grupo de cinco niños de unos diez años con botellas de cristal vacías colgadas en sus espaldas y una cuerdecilla que conecta sus bocas con las botellas vacías que cada uno porta, los carrillos hinchados de aire retenido en sus bocas, sus brazos se mueven con lentitud como si estuvieran nadando. Jugaban a ser buzos.
Observo la escena y siento que el tiempo se detiene de manera inquietante y de repente uno de los niños se para ante mí , me mira mientras alza su dedo índice para indicarme un sendero que se abre nuevo para mí , entonces me dice: tranquilo, este es el camino.