99. Batalla ganada
Suñer se retrasó dos horas en relevarme de la guardia y, al verlo, solo se me ocurrió abrazarlo. Llegó descompuesto, hundido y sin fusil. En mis hombros recordó a su madre, a Paquita, los sueños que no cumpliría. Se preguntaba por qué luchábamos, contra quién, cuándo acabaría este infierno. Llorando, no supe qué contestarle. Entonces turbado, me empujó. Me asestó un puñetazo. Se despojó del uniforme y salió de las trincheras. Desnudo, corrió por el valle sitiado, con los brazos extendidos. Había decidido que una bala, daba igual de qué bando, acabase con su angustia. Pero no se escucharon tiros, yo mismo incumplí mi deber, y las ordenes de abatirlo pronto se diluyeron entre los vítores de las tropas. De la otra parte aparecieron soldados con la misma guisa que Suñer. De la nuestra tanto de lo mismo. De repente, todos volvimos a ser hermanos, a abrazarnos, a respirar libertad. En un momento, el valle se inundó de hombres vivos, llenos de futuro, compartiendo su felicidad, hasta que aparecieron los bombarderos. Silencio. Desde aquella tarde, los dos ejércitos, juntos, descansamos en paz.
Magnífico retrato del sinsentido de la guerra.
A sus pies, caballero.
Conforme iba leyendo pensaba que aquello acabaría en Consejo de Guerra, pero !qué leches!, ¿para qué perder el tiempo en trámites?, aplicación directa de la sentencia obvia y a otra cosa.
Magnífico relato, Nicolás. Me lo apunto entre los favoritos del mes.
Abrazos.
Recordaba las explicaciones de uno de los condenados en «Senderos de gloria» cuando le preguntaban por qué no había avanzado él solo contra los enemigos… Brillante.
Un saludo
JM
Nicolás. Bien llevado este esperanzador relato hasta ese final silencioso. Suerte y saludos
Bueno, bueno, otro de estos relatos que me hacen preguntarme qué pinto yo aquí, para qué escribo, con lo bien que lo hacen otros… Pues eso: un micro que te inclinas, maestro.
Un mundo sin uniformes, en el que se mandan al garete las absurdas órdenes, es algo que no parece que quien tiene el mando quiera consentir.
Original y certero, Nicolás.
Un abrazo
Olé, Nicolás, como siempre despuntando alto. Enhorabuena una vez más.
Magnífico Nicolás, te has currado un relato bárbaro. No se qué más decirte, ¿que me gusta todo?.
Un saludo.
Precioso. Toda una lección para los señores de las guerras.
Precioso canto a la paz, a través de los protagonistas de la guerra, que sin uniformes son todos iguales.
Yo creo que este relato encarna perfectamente al tema del mes, las batallas.
Abrazos.
Nicolas siempre aciertas en tus relatos. Este es esplendido y lleno de positivismo. Ojala el campo de batalla siempre terminara en un encuentro de amigos. El final aunque aterrador da paz.
Un abrazo.
Me urgía acabar con el relato para saber que le pasaba a ese par de amigos, y se me han puesto los pelos de punta cuando he leído ese descansamos en paz, porque me lo he creído, porque te ha quedado un relato estupendo.
Un abrazo Nicolás.
¡Muchas gracias a todos por vuestros comentarios!
Creo que las guerras no deberían existir y las únicas que yo permitiría serían las luchas de palabras con respeto.
Abrazos colectivos.
Estremece la injusta muerte de estos soldados cuando por fin reconocen que pertenecen a un único bando. Muy original la actitud de Suñer y más aún la respuesta del resto. Me ha gustado mucho.
A tus pies, Jarque!! Jejejeje qué bueno el relato, a tomar por culo las órdenes, los uniformes y las guerras!!! 😉
ENHORABUENA, amigo!!
Un saludo!
Desnudos todos somos iguales, tal vez por eso nadie le disparó, tal vez por eso otros se desnudaron para gritar que ellos también eran hombres. Genial. Podio para ti ¡ya!
Qué gran relato. Una historia preciosa y mejor explicada. Te pongo en la quiniela. Mucha suerte 🙂