AGO111. INSECTOS, de Rubén RojasYedra
Cada mañana, eran cinco los insectos de la cocina que me recibían en fila y bocarriba junto a la lavadora, y así día tras día. No soy especialista en bichos, pero diría que a más de uno le estaba costando seguir el meneo apurado de patas y antenas, los duros ensayos en decúbito supino. Se estaban entrenando a conciencia para morir.
Ayer mamá volvió del pueblo y ya no he vuelto a tropezar con el pelotón de invertebrados. Seguro que hubiera resultado admirable contemplar con qué disciplina y hasta con qué humor aspiraban sus últimos alientos de pesticida.
Es que madre no hay más que una que pueda soportar al hijo parásito. Me ha gustado el ángulo desde el que cuentas.
Un abrazo.
Rubén, la visión de narrador espectador, sin más, queda patente en luna historia que no le afecta. Suerte y saludos
Rubén, accionar el botón de in insecticida no creo que sea patrimonio de las madres, ni limpiar un poquito tampoco, lo siento me salió la vena…
Pero me ha parecido simpático ese pelotón de bichitos.
Saludos
Espectacular, sobre todo lo de la fila de invertebrados. A mí me ha ganado el micro. Saludos.
Curioso enfoque sobre el tema del mes. A más de uno nos gustaría verlos así y no revoloteando sobre nuestras cabezas.
Rubén, creo que has tratado de presentarnos al «insecto social» ese hijo de diferente casta que la madre. Miedo me da el jodio muchacho.
Un Rubén contundente que avanza por el texto sin mirar hacia atrás. Arrollador y convincente, sin contemplaciones, bastante más potente que el insecticida.
La inconfundible prosa de un Rubén que sabe lo que escribe.
Muy propio de un mirón de insectos, jejej, que le gusta mas mirar que actuar y de esa forma le deja el papelón de asesina de insectos a la madre.
Muy original y con mucho fondo social.
Un saludo
Puri
Ese ensayo para morir me tiene trastornada desde ayer. Me viene a la mente alienación, depresión y un extraño viso de dignidad.
«Se estaban entrenando a conciencia para morir.»… Muy grande eso.
Buen micro, con una visión diferente del tema del mes.
«eran cinco los insectos de la cocina que me recibían»… ¿cinco?
Abrazos
No se me habría ocurrido que los insectos puediesen entrenarse para morir, al regreso de la madre el entrenamiento debió servirles.
Suerte Rubén, interesante forma de plantearlo. Saludos.
Me asombra que no fuera capaz, el hijo, de pulsar el botoncito del insecticida con sus propias manos, y casi, casi, se resignara a esperar a la madre para acudir al entierro de los invertebrados. Aunque observando el tono del micro, veo que al chaval le importaban muy poco o casi ni le molestaban. ¡Tres meses más! y la cocina necesitaría de un equipo de desinfección, jajá.
Me gusta ese entrenamiento de los bichos, y ese regocigo de la voz narradora imaginando sus últimos alientos. Un abrazo Rubén y ¡a matar bichitos!