25. Kerplunk
Cuando el amo abre la puerta de la jaula y le levanta, no puede imaginar lo que hoy le tiene preparado. Siempre le está obligando a hacer cosas de lo más insólitas. El amo le lleva durante un rato por el aire. Hace tiempo que dejó de temer esos viajes: este amo es muy cuidadoso. De pronto, le deja en el centro de una habitación cuadrada. En cada una de sus paredes hay una puerta. Olfatea y percibe el aroma del queso que suele darle el amo. Corriendo, atraviesa una de las puertas. Comienza a recorrer los pasillos. Nuevas puertas se abren en los laterales. Regresa inesperadamente a la habitación de la que salió.
Sigue correteando. A veces tiene que dar la vuelta porque el pasillo no tiene salida. El olor del queso se acerca, se aleja. Comienza a cansarse. Cuando levanta la vista advierte que el amo sigue allí, mirándole con curiosidad.
Recorre los pasillos. Por algunos ya ha pasado dos, tres veces. Está agotado. Percibe el olor del queso. Muy lejos. No consigue encontrarlo. Está exhausto. Se detiene y mira arriba. ¡El amo ha desaparecido! Le ha abandonado allí abajo.
Está sediento y tiene hambre.
Por favor, qué angustia! Sentirse abandonado y perdido. Nunca me han gustado los experimentos con animales, aunque parezcan un simple juego, como en tu relato.
Un abrazo, Plácido.
Consigues que la angustía traspase el relato y llegue al lector. Perfecta la manera de explicar la palabra desolación. Mucha suerte 🙂
Pobre… ¡Qué lástima! Seguro que al final alcanza el queso.
saludos
Plácido, has reflejado perfectamente la angustia de ese ratón que no comprende lo que hace, y además cree que su amo bondadoso le ha abandonado. Logras de manera brillante que empaticemos con el protagonista. Muy bueno. Abrazos.