54. LABERINTO DE PASIÓN (Ángel Saiz Mora)
Mi amigo había excusado su presencia con una llamada. Pedí una copa antes de aprovechar la noche para dormir. Acostumbrado a beber en compañía, sentí como si el mundo me señalase, incluida una hermosa mujer que no dejaba de mirarme. Quedé muy sorprendido cuando se sentó a mi lado, a mí no me pasan esas cosas. Nunca antes fui tan locuaz. De mi boca, volcán incontrolable, brotaba un torrente de palabras, alimentado por su risa cautivadora tras cada una de mis ocurrencias.
Paseamos hasta su portal. Acepté la invitación a subir. Quiso que brindásemos por nuestra recién iniciada relación, pero no tenía con qué hacerlo; caballeroso, me ofrecí a comprar una botella. La orientación es algo de lo que carezco, si encontré el establecimiento que me indicó fue por la ayuda de un mendigo, lo que no pude hallar de nuevo fue su vivienda en ese barrio desconocido para mí. El cava se calentaba al tiempo que, extraviado sin remedio en esa maraña de calles idénticas, caía en picado la temperatura de mi ánimo. Desconocía su teléfono, ni siquiera nos dijimos el nombre.
Las primeras luces descubrieron a un tipo patético y ojeroso compartiendo una botella con un indigente.
¡Enhorabuena!
¡Felicidades, Ángel! Ya tienes a tu amante inexperto y desorientado en el libro.