DIC124. PAZ, AMOR Y LANGOSTINOS, de Evelyn Pérez
Recuerdo mi primera navidad de casada, tenía veintidós años y acababa de salir del dulce y protector nido que era mi hogar. Aquel veinticuatro de diciembre pasé varias horas en la cocina de mi suegra mientras mis cuñadas iban y venían con sus gritones retoños a cuestas.
Los hombres, por supuesto, arreglaban el mundo desde el salón. Familia tradicional decía ella; doce hijos pensaba yo.
Terminé de hacer los langostinos y los llevé a la mesa. Cuando apoyé la bandeja vi que no quedaba un solo canapé. Tampoco había una silla libre.
De pié, llena de ira, engullí los cuatro kilos de crustáceos. Todos. Uno tras otro.
Desde entonces no puedo ni verlos, y es una pena, porque el espíritu navideño se alimenta de eso: de paz, de amor y de tragar.
Gran verdad, que deja un sabor agridulce siempre en estas fechas.
Un abrazo
Jejeje!. Vaya atracón de langostinos!.
No me extraña que no los pueda ni ver.
Muy divertido.
Un abrazo.
Y desde entonces el Almax será tu fiel amigo.
Si es que de egoistas zampacanapés está el mundo lleno. Y este año que cocinen ellos…
Divertida historia. Un abrazo.
Tienes toda la razón, compañera de relato a tres: el propósito último de la navidad es comer (bueno, y beber). Así que muy justa la venganza que se tomó la pobre chica. Un abrazo.
Evelyn, esta escena me suena, hay mucho egoísta culinario. Me ha gustado mucho. Saludos y felices fiestas.