JUL134. Y ES QUE HOY…, de Ana María Cuevas Calonge
Lo miro acostado en el piso sin moverse. Se ve tan inofensivo. Finalmente guarda silencio, dejo el sartén sobre la mesa. Me inclino hacia él, no hay sangre en su cabeza, no veo marca de los golpes.
Durante cuarenta y cinco años lo cuidé, lo obedecí, aguanté sus golpes y malos modos. Levanté las cosas que él tiraba, le cociné
Mucho tiempo lo quise, aunque hace mucho que ya no.
Si ya se había ido ¡caray! Y volvió para seguir molestando. Siempre enojado, pidiendo, exigiendo.
¡Con las veces que le pedí a San Judas que encontrara otra mujer y se quedara lejos!
Ahora ya viejo, le entró el sentimentalismo y quería que lo acompañara de día y noche.
Yo, ya me cansé.
Así que ahora, que comía su merienda y me gritaba, un trocito de comida se le fue chueco y
¡Quería vomitar! En el piso limpio de mi cocina. ¡Eso no! Tuve que taparle la boca para que no escupiera, se resistió. Tuve que usar toda mi fuerza y controlarlo con el sartén. Tosió y luchó hasta que cayó al piso.
Siempre he limpiado sus desastres y hoy…preferiría no hacerlo.
Le entró el «sentimentalismo», dices. De viejo, a alguien así le entra miedo al abandono, por eso se hacen los tiernos, para esclavizar ya no con su fuerza sino con sus debilidad. Es irónico, pero es eficaz.
Un saludo
Juan M
Buena mezcla de la ironía en un tema tan cruel cómo son los malos tratos que sólo conducen a consecuencias trágicas. Un abrazo. Gloria Arcos