38. Dentro de un anillo de árboles
Conducía mi auto y me sentí abrumado, deseaba tomar un baño… Desde el primer momento que vi el hotel sentí escalofríos y una atracción morbosa. Era una zona de médanos; sin embargo, el hotel estaba rodeado de árboles de gran altura formando una barrera contra la arena. Solo una lámpara alumbraba el andador; más bien a un estanque de peces japoneses —mis preferidos—, adyacente a lo largo de él. Una pareja me recibió, el hombre registraba mis datos mientras caminábamos hacia una habitación, la mujer me dijo: “Te encantará”. Encontré una réplica de la recámara que ocupaba, hace muchos años, en la casa de los abuelos. Los señores se retiraron, no me dieron tiempo para preguntar. Todos los olores añorados llenaron la habitación y dormí como cuando era niño.
Sentí la necesidad de abrazar a esos señores al despedirme; pero no los encontré. Conduje mi automóvil, confundido pero ligero, sin esa pesadez causante de mi hospedaje en aquel hotel de carretera. A unos cuantos kilómetros había un operativo, ocurrió un accidente unas horas antes, varios vehículos colapsaron. No hubo sobrevivientes… oficialmente.
Que buen relato…
Me encantó la simpleza y ese final abierto.
Un abrazo y suerte.
Me encantan esos finales.
Elizabeth, inquietante relato que nos hace elucubrar qué pasó o quién estaba en el accidente. Abrazos.
El Moli, M Carmen Guzmán Y Salvador Esteve, Muchas gracias. Un abrazo.
Has recubierto la consigna de un halo fantasmagórico que consigue inquietar. Mucha suerte 🙂
Da escalofríos este relato. Qué miedo.