25. LA SIEGA ( de Piluca Illana Herraiz)
Era verano, pleno mes de agosto, el día había sido demasiado largo y por eso… agotador. El calor se pegaba en sus brazos desnudos. En su mano derecha sujetaba una hoz, que movía diestramente a derecha, a izquierda y viceversa. La izquierda la enfundaba con una zoqueta que la protegía de los cortes perdidos y afilados que de vez en cuando la cortante herramienta volteaba al azar.
Estaba cansada. La siega ese año no acababa nunca y el campo se extendía amarillo e infinito a lo largo de lo que su vista alcanzaba. El sol brillaba con más fuerza que nunca, sus rayos dorados quemaban como fuego tostándole la piel y escociéndole los ojos.
Quería que la noche pintara de negro la bóveda celeste y así, sin luz para alumbrar el sembrado, poder descansar y recuperarse para la siguiente jornada. Pero el cielo, aquel día, no quería oscurecerse y cuando llegó la noche nuevos rayos volvieron a brillar en el firmamento estrellado, y aunque eran fríos y plateados también iluminaban la mieses que seguían desfilando cimbreándose ante ella.
Una vez más no habría descanso –pensó-
Bajo la luna llena, la siega continuaría…
Una descripción del campo maravillosa, lo ves a través de tus palabras, casi percibes su olor y sientes el calor de la siega. Espero que la luna le deje descansar alguna noche.
Un beso Piluca.
Agotador panorama el de la protagonista. Una forma de narrar magnífica. Buen relato, Piluca.
Maravillosa descripción y mejor puesta en situación. No cuesta nada entrar en tu historia y sentirse en medio de ese campo infinito. Mucha suerte 🙂
Piluca, bonitas descripciones de ese ambiente y sus costumbres. Bien contadas. Suerte y saludos
¡Tu relato es todo color!
Amarillo del sol.
Amarillo de los campos.
Amarilla la siega.
Anhelo de cielo negro.
y, finalmente, blanca luna llena.