73. MIGRANTES (Beto Monte Ros)
Odelim, hijo de Naitana, era muy pequeño cuando ella partió en busca de trabajo al otro lado del desierto. Aunque con el tiempo llegó a acostumbrarse a su ausencia, no logró borrarla de sus recuerdos. Creció bajo el cuidado de su abuela, quien solía contar que su hija se había ido al país de las luces.
En la aldea decían que más allá de las dunas, estaba el lugar donde vivía su mamá y, sin pensar en el peligro, se dispuso a encontrarla. Emprendió el viaje una noche que la luna llena alumbraba los senderos, pero a los pocos días de andar, con poca agua y cansado, le sorprendió una tormenta que le detuvo en el camino. Su cuerpo quedó sepultado en la arena, junto a su más profundo deseo: volver a ver a su madre
El viento que, a veces, es aliado de los muertos, arrastra una nube de tierra hacia la ciudad donde, en una pequeña habitación, Naitana baja las cortinas, y cree que la nostalgia se burla de ella: al barrer el polvo que se coló por la ventana, ha escuchado la voz de su hijo.
Este relato toca el corazón con exquisita delicadeza.
Gracias Edita, un comentario con mucha amabilidad.
Saludos.
Precioso relato, me ha encantado. Qué bonita historia.
Un abrazo
Gracias Blanca, aprecio que le guste esta historia.
Saludos.
Una historia, que cada día está mas de actualidad, La inmigración. contada con mucha belleza.
Suerte
María Jesús, en algunos países ven la inmigración como una invasión, pero en realidad es un desarraigo total. Gracias por la lectura y el comentario.
Saudos.
Precioso relato Beto.
Tan grande es el amor que se tienen madre e hijo que no lo podrán borrar distancias ni vicisitudes.
Saludos.
Gracias Virtudes, cierto lo que dice. La separación de madre e hijo es algo que deja huellas emocionales permanentes.
Saludos.
Tierno y muy emotivo. Me encanta la escena final. Muy bueno, Beto.
Gracias Concha G. Ros, me complace que lo encuentre tierno y que le guste.
Saludos.
Ay, Beto, que historia más bella e emocionante has escrito. La verdad tienes mucha imaginación y eres un excelente cuentista. Si esta historia la transformas en 1000 palabras y la mandas en concursos no tengo la más mínima duda que ganará cualquier concurso. Un abrazo,amigo, Sotirios.
Gracias Sotirios por tus palabras de motivación. En un principio esta historia era como de 500 palabras e hice varias versiones hasta llegar a esta, que fue la que más se acercó al requerimiento de las 200 palabras.
Saludos.
Beto, muy triste pero preciosa historia, contado con una sensibilidad exquisita. Abrazos y suerte.
Gracias Salvador, por tus palabras que me halagan.
Saludos.
Preciosas palabras para un relato que esconde una gran tristeza.
Yo también creo que la unión de una madre con su hijo puede traspasar cualquier barrera.
un abrazo
Gracias Mª Belén, me gusta que note la tristeza que encierra el relato.
Saludos.
Mi sombrero, Beto, no hace más que saltar al aire cuando te leo.
Un saludo
JM
Juan M, yo brinco y atrapo ese sombrero. Muchas gracias.
Saludos.
Muy bien, Beto, me ha gustado tu relato. La luna da para muchas historias emotivas y así has obrado, además con un toque de desierto mágico que le da un punto fantástico como guinda. Mucha suerte y un abrazo, amigo.
Lorenzo D, me agrada que te guste esta historia, mezcla de realidad y fantasía.
Saludos.
Bello relato. El final me ha cautivado.
Felicidades
Gracias Maria, me alegra haber logrado un final que le guste.
Saludos.
Beto, bonita historia bellamente contada. Suerte y saludos
Gracias Calamanda por la lectura y el comentario tan motivador.
Saludos.
Me toco’ el corazón, de puro triste. Terrible la separación de una madre y un hijo, que reflejas de forma casi poética.
Muchas gracias Esther por acercarse a mi relato, quise escribir una historia de desarraigo y salió esta triste historia. Aprecio la lectura y el comentario.
Saludos.
Emotiva historia, Beto. La imagen final me ha cautivado.
Abrazos
Muchas gracias Anna, es grato saber que le ha gustado.
Saludos.
Extremadamente tierna, y muy emotiva, Beto. Me ha gustado.
Un abrazo.
Muchas gracias Inés Z., si le ha gustado esta historia me doy por satisfecho.
Saludos.
Preciosa historia que no necesita más palabras. Con ellas nos has dado una lección de escritura.
Gracias, maestro.
¡Por dios Patricia! Ninguna lección ni nada de maestro, son palabras muy grandes. Lo que soy es caradura, por atreverme a participar en este espacio de muy buenos microrrelatistas. Gracias por tan halagador comentario, floto en mi ego.
Saludos.
Siempre prefiero las historias de final feliz (demasiados cuentos de hadas), sin embargo, es tan bello tu cuento y está contado con tanta dulzura que hasta el final me parece feliz.
Qué bueno que, a pesar de la historia, el final parezca feliz, quizá Naitana lo es, al creer que ha escuchado la voz del hijo. Gracias Isabel por acercarse hasta mi relato y dejar su comentario.
Saludos.
Un montón de aplausos te mereces por esta tierna historia tan excelentemente contada y con ese final tan excepcional.
Me ha gustado mucho.
Un saludo
Puri, gracias por la lectura y el comentario a mi relato, me sobrecogen tan amables palabras.
Saludos.
Me parece un relato precioso además de exquisito en su ejecución. Beto, cada nuevo relato creces y creces. De los que más me han gustado de tu repertorio. Esa imagen final que conecta todo lo que has ido anunciando tiene muchísima fuerza. Muy literario. Mucha suerte 🙂
Hola Juan Antonio, tus palabras me motivan a seguir en la búsqueda de la historia que supere el repertorio de lo escrito hasta ahora. Gracias por la lectura, me complace que te haya gustado.
Saludos.
Entre madres e hijos nunca hay barreras ni distancias que les separen…demuestras habilidad en tocar con sensibilidad al lector.Me gusta mucho este relato basado en un tema muy actual y que es motivo de muchas discusiones, pero poca solución.
Un saludo
Rosa
Mucha suerte!
La tristeza que permea esta historia no la hace menos bella, BETO. Ese lazo que ni la muerte misma puede cortar es, sin lugar a dudas, el más fuerte de la tierra.
Ese último párrafo con nube de tierra y viento- el «aliado de los muertos- es sencillamente sublime.
Tarde pero seguro, te digo que me encantó.
Nos leemos,
Mariángeles