15. CUERPO A CUERPO (Eduardo Iáñez)
El azogue frío de la niebla te hurta la vista de tu enemigo. Ignoras cuál es su apariencia, pero sientes su presencia real, perceptible, innegable. Cuando comprendes que es tu sangre lo que desea, que te reclama por entero, aceptas que ninguno queréis prisioneros: solo muertos. De poco ha servido la instrucción que recibiste, remedo de unos inocentes juegos de guerra. Aun así, has aprendido a moverte con sigilo en esta selva. Sabes que primero debes desbrozar la maleza de esta nada en la que te anegas, talar después los árboles con que construirás las defensas de un hogar inhóspito, aprender por fin a nadar los ríos que circundan este lugar donde vas a vivir y a morir. Y te decides a arrasarlo todo para poblarlo a tu antojo.
Entonces, solo entonces, se quebrará como un espejo el velo que te separa de tu enemigo y podrás contemplar su rostro. Lo harás tuyo, como tuyo será el paisaje después de la batalla. Habrás limpiado la fronda de la palabra, dispuesto una casa para la frase, navegado los meandros de tu estilo. Porque dices que escribir te da la vida, pero mientes: tú lo sabes.
Aún sigo preso del impacto, Eduardo, pero no solo del giro final, que es vibrante, sino de una prosa enérgica y clara. La lucha contra la hoja en blanco es como estar en un pelotón, frente a él.
Un saludo y mi admiración
JM
Gracias por tus palabras y la generosidad de tus apreciaciones, Juan Manuel.
Y aprovecho para darte, a ti sí que sí, la enhorabuena por esa primera publicación de una novela tuya en papel. ¡No hay para menos contigo!
Una abrazo.
Toda una selva… buena metáfora.
Así es, M. Carmen, una selva esta de la creación.
Gracias por pasarte y por dejar tu comentario.
Eduardo, así es; no depende la vida de ello pero es una gran batalla la que se libra. Suerte y saludos
Bueno, bueno, Calamanda, es verdad que no nos va la vida en ella, desde luego… ¡Pero qué distinta sería nuestra vida si no fuésemos testigos de esas batallas o incluso si no nos pusiéramos nosotros mismos a participar en ellas!
Gracias, como siempre, por tus comentarios. Un saludo.
Qué bonito, Eduardo. En una segunda lectura, cuando ya había descubierto el giro, me ha gustado muchísimo. Esta vez, tú sí que has ganado tu batalla.
Abrazos.
Tu comentario me deja sin palabras, Patricia. ¡Que en esta ocasión he ganado la batalla! Bueno, tendremos que seguir con esta guerra, ¿no?
Gracias por tu generosidad. Un abrazo.
La descripción del paisaje antes de la batalla, con esa niebla de mercurio, demuestra mucho oficio. Los preparativos para la lucha contextualizan un final que, será por experiencia, no veo como un giro sorpresivo sino como una realidad evidente.
Muy bien dicho, Daniel: una realidad evidente, en efecto. Se nota que eres un buen soldado, atrevido y, tú sí, con oficio en estas batallas.
Gracias por leerme y comentar. Saludos.
Una guerra sin cuartel a la nos enfrentamos a diario. Una metáfora muy potente y escrita con un gusto exquisito.
Un abrazo.
Potencia y gusto exquisito: no sé qué decir ante calificativos tan generosos, Juancho. Eso sí: me alegra que te haya encandilado y que te veas reflejado en esa lucha sin cuartel.
Gracias, y un abrazo.
Oh, oh… Yo veo más allá de la metáfora. Pero no pienso decir lo que veo, no quiero darle pistas al enemigo… 🙂
Je, je, claro que sí, Edita: al enemigo ni agua, ¿no? Y es que llevas razón, también estos comentarios forman sin duda parte de esta guerra, y no conviene desvelar todos nuestros movimientos.
Un saludo.
Uff, me he/has metido tanto en el relato que estaba esperando que se enfrentara y encontrara consigo mismo, pero tu metáfora literaria supera esa expectativa. Tremendo, Eduardo.
Pues me alegra, Eva, aunque en cierta medida yo creo que ese enfrentarnos a la hoja en blanco para reordenar el mundo es también una lucha como nosotros mismos, como tú señalas.
Gracias, y saludos.
Pues no deja de ser una guerra, sí, una batalla constante con las palabras, lo mejor de todo es que merece la pena y es apasionante.
Excelente.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Yolanda. Una lucha apasionante: desgastadora, pero apasionante.
Un saludo.
Eduardo, genial, una metáfora preciosa de una guerra cruenta que no siempre se gana. Abrazos.
Ah, qué verdad más terrible… No siempre se gana, a pesar de la crudeza de ese cuerpo a cuerpo. Ese enemigo huidizo, desdibujado, ¡es tan difícil de atrapar a veces!
Verdad verdadera, maestro. Un saludo.
Hermosa alegoría a la que dedicas una intensa entrada que no acaba de soltarnos hasta que ya nos vemos totalmente rendidos por su encanto.
Una auténtica danza en la que nos sentimos embelesados tanto por la música como por la letra. Un trabajo digno de especial mención.
¡Ay, Nieves! ¿Cómo es posible que digas tanto en tan poco espacio? Eres una lectora atenta, y por lo tanto temible. Pero tu amabilidad lo salva todo, no hay duda.
Muchas gracias por tus análisis siempre lúcidos. Un abrazo.
Perfecto. Un salto al vacío de la nada para rescatarte y Crear.
Y perfecta tu descripción, Isabel: la creación como ‘salto de fe’ desde la nada para salvarnos… ¡magnífico!
Gracias por tu comentario. Un saludo.
Muy buen giro final, y si, se trata de una gran batalla.
Me alegra que te haya gustado ese giro para lo que, en efecto, como tú dices, es una gran batalla.
Un saludo.
Buen texto Eduardo, con calidad, muy transitable a lo largo de toda su lectura y un aterrizaje forzoso final.
Me gusta mucho. Abrazos y suerte
Orgulloso de que te guste, maestro Montesinos. Y aunque todos tus calificativos me alegran sobremanera la vista y el entendimiento, me quedo con eso. Gracias.
Saludos.
Todo el texto es un bella metáfora sobre el oficio del escritor, pero además nos transporta a esos campos de batalla en que tras la niebla se oculta acechante el enemigo, aquí el folio en blanco. Una atmósfera muy conseguida de melancolía y desesperación.
Paloma, me encanta que hayas hecho mención a esa atmósfera de melancolía y desesperación, puesto que era algo que quería transmitir. De hecho, la imagen he intentado construirla sobre la estética de la guerra del Vietnam, o más bien sobre lo que el mejor cine nos ha dejado sobre ella (con Apocalypse Now y El cazador como modelo de cabecera).
Gracias, como siempre, por dejarte caer y por tus comentarios.
Y… de pronto me sacan de Depredador y me envían al pánico de la página albina.
El horror… El horror…
Y ese giro descomunal te hace releer de nuevo, y todo adquiere un nuevo sentido.
Y hay que tener las ideas muy claras, y una absoluta maestría para lanzar el señuelo y que todos vayamos tras él.
Es evidente que me ha encantado.
Y algo me dice que es el sentir general.
Cómo me ha gustado ese «El horror… El horror…» con que expresas el pánico a la página en blanco. El horror es lo que se vive en esa guerra. El horror de intuir y no lograr dar forma. El horror de destruir para recrear el mundo de la nada. El horror de que ese mundo de metáforas no cuaje, no tenga sentido, sea un castillo en el aire.
Y me encanta que no creas que sea el caso de este relato, y que te haya encantado.
Un saludo.
Vaya relato cn doble lectura te has marcado y, además, metaliterario. Toda una alegoría del proceso de la escritura. Me he zambullido en esa piscina de metáforas que has labrado y me quedo con la de desbrozar la nada que te anega. Siempre top, Eduardo.
Bueno, lo de «siempre top» lo dices tú, que me miras con buenos ojos. Pero sí que es verdad que es un relato que he trabajado especialmente, con un ojo puesto en lo que el maestro Modes ha llamado ‘el señuelo’ de las metáforas bélicas y otro en la frase, que quería que fuese sinuosa y envolvente, pero diáfana y precisa en su léxico.
Por vuestros comentarios, creo que puedo estar satisfecho con el resultado. Pero solo es una batalla…
Gracias por pasarte, Loren: tú sí que eres un top-ten.
Un abrazo.
Bonita metáfora que te lleva al escribir y al escritor. Has cuidado mucho el tránsito hacia ese giro final y te ha quedado muy bien. Mucha suerte 🙂
Me encanta que creas que ha quedado bien, Juan Antonio, porque desde luego tu fidelidad para con todos en esta página hace de ti un comentarista insobornable.
Gracias por tus palabras y por tus deseos.
Un saludo.
Y ahora ¿que escribo yo?… ¿Cómo describo el pánico que siento para que mi comentario sea el acertado?
SUBLIME. Solo emplearé esa palabra, mi página en blanco, te demostrará que me has ganado la batalla.
Piluca, has captado muy bien la idea que intento transmitir, y aunque no era mi intención buscar derrotados en estas páginas de ENTC, soy consciente de que tu comentario es casi una continuación de mi propio relato.
Muchas gracias. Un saludo.
Excelente relato. Pavor a que se nos encasquillen las ideas y la mano no pueda dispararlas.
Abrazos
Sí, María, jeje. Eso de que se encasquillen las ideas es sin duda más pavoroso que el hecho de que se encasquille el arma. Sin duda que sin armas viviríamos más tranquilos, pero… ¿sin ideas? Que siempre haya una mano que sepa dispararlas, por favor.
Gracias por tus comentarios.
Piluca, has captado muy bien la idea que intento transmitir, y aunque no era mi intención buscar derrotados en estas páginas de ENTC, soy consciente de que tu comentario es casi una continuación de mi propio relato.
Muchas gracias. Un saludo.
Interesante descripción del proceso creativo. Desde luego que los escritores deben combatir tal y como lo cuentas. Leo muchos relatos automáticos en los que se nota que no están labrados. Por eso nunca seré escritor, veo que es un esfuerzo tremendo y que a la larga quita vida. No sé, soy incapaz de sacar más de uno o dos micros al mes. Me ha gustado mucho, Eduardo.
Totalmente de acuerdo, Javier. Yo también escribo a lo diésel: lento, poco revolucionado. Poca producción, claro. Dudo mucho, como tú, de que así pueda considerar(se)me escritor.
Gracias por pasarte y dejar tu comentario.
Un saludo.
Ana, contundentes como siempre tus sensaciones a la hora de enfrentarte a un relato, a mis relatos. Tu sensibilidad, y tu generosidad a la hora de expresarla y compartirla, son impagables. Gracias, como siempre.
Saludos.
Tarde pero al fin voy pasándome a leer y comentar. Ya no puedo decir nada nuevo: es un relato en bucle, cuando se desvela el final te envía inmediatamente al principio de nuevo, y ese escenario selvático que nos habías trazado de forma tan cinematográfica se convierte en un abismo, un vacío, un precipicio que te atrae irremediablemente y por el que siempre sabes que saltarás y lo harás sin términos medios. Vida o muerte. Muy bueno.
Por cierto, dices que funcionas a lo diésel. Yo tengo la sensación de ir a carbón casi siempre…
«Nunca es tarde si la dicha es buena». Una verdad de las de antes de la guerra (ya que estamos) que es una evidencia cuando de ti se trata, querida Ana. Gracias por pasarte; y con carbón o plutonio enriquecido, no dejes de permitirnos recrearnos con tus relatos. Besos.