45. BALA PERDIDA (Ángel Saiz Mora)
Primero fue su compañero, después el primogénito, en los vacíos de sus ausencias sólo había germinado miseria. La mujer tuvo que tragar muchas lágrimas para sacar adelante al pequeño, el motivo por el que se levantaba cada día, soportaba colas con la cartilla de racionamiento, obraba el milagro de buscar papel y lápiz para que acudiera a la escuela.
Cansados de retozar en los socavones que habían dejado los obuses, los chiquillos decidieron esa tarde ir hasta las afueras del pueblo, cosidas de trincheras todavía distinguibles, tumba de muchos hombres.
Si algo habían aprendido aquellos pequeños supervivientes era a improvisar juguetes donde no los había, de ahí el regocijo de todos al hallar munición sin detonar. El tesoro se completó con el hallazgo de una caja de fósforos. Les faltó tiempo para juntar maleza seca y palos. En la alborozada hoguera arrojaron el objeto metálico. La bala, separada de la vaina por el calor, voló con violencia indiferente hasta atravesar un corazón.
Nadie como una madre sabe que la guerra insaciable mata hasta después de muerta. También, que es posible morir de dolor.
Ángel, antaño, el bala perdida era aquel del que no se podía sacar provecho, igual que el de tu relato.
Ese pequeño que no tenía ninguna culpa.
Un abrazo
Efectivamente, Epi. Una de las acepciones de «bala perdida» es la de vividor incorregible, nada fiable, sin oficio ni beneficio. En este caso, la bala perdida tiene un significado más literal.
Gracias por pasarte.
Un abrazo
Joer, Ángel! Tú nos quieres matar a todos con este desgarrador relato, muy bien narrado!! 😉
Me gusta esa sensación agria que consigues transmitir, y ese dolor!
Enhorabuena!
un saludo!
El tema de este mes puede dar pie a buscar vías originales, o a adentrarse en esa sensación agria, desgarradora y dolorosa posterior a toda batalla, yo opté por lo segundo, no me digas por qué.
Agradezco mucho tus palabras, pues vienen de alguien con un buen hacer permanente y un criterio superior.
Un saludo, fiera
Eso es lo peor de una guerra. Por mucho tiempo que pase el destino se empeña en que no olvidemos su poder de destrucción.
No distingue entre grandes o pequeños.
Saludos.
El ser humano ha demostrado ser capaz de grandes cosas, como también de adentrarse como ningún ser vivo en lo peor, sólo él es capaz de crear una fábrica insensible de víctimas a la que llaman guerra que, como bien dices, no hace distinciones.
Saludos, Virtudes
Los inocentes reciben balas perdidas (no siempre perdidas) en guerras de otros. buen relato.
Un saludo
JM
Los ingenios ideados para la destrucción sólo tienen una finalidad, hay veces que los carga el diablo y en los inocentes tienen siempre terreno abonado.
Gracia por tu comentario y un saludo
Madre mía, que esfuerzos para no echarme a llorar. Que no se puede escribir tan bien, Ángel. Has creado una imagen perfecta de la locura de la guerra y del dolor cruel y mezquino que deja plantado para siempre.
Pero como soy una machota, me he sonado los mocos y me he puesto el vestido de ansotana, ese que me pongo cuando voy a ver a las baronesas, para hacerte una reverencia con genuflexión.
Besotes grandes.
El que me voy a echar a llorar soy yo, con la admiración que te tengo y esas palabras tan amables que no merezco. Cualquier día de éstos me pongo el traje de chulapo e intercambiamos adoquines de caramelo y rosquillas de San Isidro.
Muchas gracias, campeona.
Besos grandes
Tremendo relato , Ángel. Creo que son las mujeres las que más padecen los efectos terribles de las guerras.
Con el tema de este mes no sé cómo acabaremos de ánimo, tantas batallas…
Un abrazo.
Las mujeres se involucran en las contiendas, sufren como nadie las ausencias y luchan por levantarse y alzar a los demás para que la vida continúe a partir de las ruinas. Prometo más alegría en el próximo relato.
Gracias y un abrazo, Ginette
Ángel, tristísimo. Esa guerra miserable, aletargada pero ávida de más vidas, destruye la de un niño y el ánimo de una madre por vivir. Me ha encantado. Abrazos.
Las malditas guerras siempre latentes, con sus fauces insaciables.
Muchas gracias, Salvador, por tu siempre versada opinión que tanto valoro.
Un abrazo
«La guerra insaciable mata hasta después de muerta». Uno lee algo así y sabe que para el personaje de la madre no hay resiliencia posible. Tremendo relato, ÁNGEL, aún así me gustó (Nota de interés: mientras pienso en una historia que me evoque la imagen de este mes, con vos inauguro mis comentarios).
Cariños,
Mariángeles
Las mujeres sois resistentes por naturaleza, eso del «sexo débil» siempre ha sido un cuento, pero poco puede hacer un ser humano cuando le cae encima una tormenta perfecta.
Muchas gracias, Mari Ángeles, por tu amable comentario. Estoy deseando leer tu historia mensual.
Un abrazo
Una tragedia que puede ser verdadera.
Una tragedia muy verdadera, Mari Carmen, tanto que mi padre fue uno de esos chiquillos que jugó con balas y fuego, sólo que el azar quiso que el plomo atravesara a otro. Esta historia es una recreación mía a partir de la que me contó él.
Gracias y un saludo
Qué duro relato, Ángel. Tremendas las imágenes que me ha evocado.Un abrazo
La guerra y sus crudos y duraderos efectos, muestra de hasta dónde pueden llegar la locura de los hombres.
Un abrazo
«Tras la batalla» lleva inevitablemente a escenas como la que magistralmente nos describes, o como las del relato de Virtudes, o como otras que seguro vendrán. Y no está mal que no perdamos la imagen y la memoria de esas situaciones por más que nos parezcan lejanas en el tiempo e improbables en nuestra vida.
Un placer leerte. Suerte Ángel.
La guerra y las tragedias en general siempre parece que ocurren en otro sitio, que se trata de algo que sólo puede suceder a otros. No conviene olvidar que esa amenaza estará presente en tanto el ser humano no cambie. Además, lejos o cerca, no deberíamos ser insensibles al dolor, haciendo nuestro aquello de «nada humano me es ajeno».
El placer es mío, Rafa.
Un abrazo
Sobrecogedor, Ángel, un relato que salpica dolor, enhorabuena. Saludos.
El dolor de una mujer, madre y esposa, puesto al límite.
Gracias Ana.
Un saludo
Los horrores de las guerras suelen sufrirlos los más inocentes.Al terminar de leer tu excelente relato no he podido evitar el maldecir a quienes originan las guerras y a quienes fabrican las bombas y demás armas de destrucción masiva.Suerte. Saludos.
La guerra entendida como recurso o negocio, sin pensar en las consecuencias. Inocentes concebidos como piezas prescindibles o insignificantes, que ven segada su existencia.
Yo también les maldigo, María.
Gracias y un saludo
Imposible superar el desgarro que provoca. Nos has disparado directo al corazón sin contemplaciones. Moriré aplaudiendo.
Muy agradecido por tus amables palabras, Edita, pero por favor, vive muchos años y nosotros que lo veamos para que te podamos sigamos leyendo.
Un abrazo
Ángel, nos cuentas, estupendamente, la peor cara de la guerra; el rostro de sus victimas. suerte y saludos
En una guerra no sólo mueren soldados armados. Las víctimas más desconocidas o anónimas también son las más inocentes.
Un saludo y muchas gracias
Tras las batallas quedan tanta destrucción a medio y largo plazo aún….me encata el enfoque que le has dado al tema, Mucha suerte Ángel.
Los conflictos armados o como queramos llamarlos tienen los tentáculos muy largos, en el espacio y en el tiempo, además de ser traicioneros.
Gracias Eva. Un saludo
Somos guerra por naturaleza, y tú lo has descrito muy bien.
La pregunta es si alguna vez sabremos superar esa naturaleza belicosa que llevamos tan grabada dentro.
Gracias. Saludos
Sin lugar a dudas, estoy a años-luz de Gironella y de ese título mítico, aunque agradezco mucho tus palabras, maestro.
Te envío mis saludos sin cuartel y un abrazo
Gracias, Ana, me alegro de que te haya gustado.
Te mando un abrazo
¡Madre mía que triste! Y que acertada tu observación de que las guerras siguen matando hasta después de terminadas.
Las dos últimas frases una preciosidad.
Por mucho que en el cine, a veces, la quieran adornar, la guerra siempre es un drama, no importa el resultado, nadie gana.
Muchas gracias por tu comentario y un saludo
La pobreza, la fatalidad, que acaban en las más mísera miseria. Un final lógico ante tanta desgracia, la muerte por dolor. Lo que más me ha gustado de tu relato es la idea de que los niños acaban jugando con cualquier cosa, incluso aunque no tenga cables, y en cualquier época. Me recuerda a un libro de Jordi Sierra i Fabra ‘La bomba’ que trata de unos niños que encuentran una bomba. Ya codeándote con los grandes, vaya crack.
Los niños lo son en toda circunstancia, afortunadamente. No imagino un mundo sin ellos, ni quisiera mi propia vida sin alguno cerca. Jordi Sierra i Fabra es un escritor prolífico y todo terreno, especialmente en literatura infantil, ya me gustaría parecerme un poquito. En todo caso, para grande tú, que además también eres prolífico.
Gracias y un abrazo
Angel, precioso relato, a pesar de lo triste que narra la historia, me ha gustado mucho como cuentas el final de esa bala perdida.
Un abrazo
Ese dichoso trozo de metal no quiso perdonar la función para la que lo fabricaron, la de causar el mayor daño posible.
Muy agradecido, Blanca.
Un abrazo
¡Qué manera tan impecable de narrar! Conmovedor, agüaditos los ojos. Saludos.
No sé si lo hago bien, pero sí que entre las personas a las que debo leer para aprender estás tú.
Gracias, Verónica
Saludos
Balas son letras con certeza de ser poesía, miradas de morada y puerza de dioses, de esos que uno encuentra caminando por las letras.
De pie.
@VianeyToledo
Tu amable comentario sí que es pura poesía.
Gracias y un saludo
Tremendo es poco. Iba leyendo y ya la historia con la guerra al fondo (o de cerca) ya se veía que era triste.
Pero cuando he llegado a la hoguera y la bala me he quedado con la boca abierta. Impresionada con ese final.
Magnífico relato.
Enhorabuena.
Y Suerte
Hay realidades que no admiten matices ni medias tintas.
Mil gracias, Esperanza, por tu amable comentario.
Preciosa narración para un hecho tan trágico y sobrecogedor. La inocencia bañada de sangre por armas olvidadas por mayores. Nada es justo y el dolor se esa madre me llega y me lastima el corazón.
Un abrazo Angel.
Adultos que toman la guerra como un juego cruel y niños que inevitablemente les imitan. Una mujer a la que, agotadas las lágrimas, sólo puede estallarle el corazón.
Muy agradecido, Mª. Belén.
Un abrazo
Angel buen relato, no sólo por el desenlace que aunque esperado desde el título no menos bien conducido y con lectura generosa tal y como has presentado la escena. Me gusta en tu línea de buen enrutador de historias.
UN abrazo y suerte.
Muchas gracias por tu amble comentario, que viniendo de quien viene me recarga de energía para seguir tecleando.
Un abrazo, Manuel
Un relato extraordinario, Ángel. Pero déjame que te diga que me niego a que tanta desgracia recaiga sobre una misma persona. Lo leo un lunes lluvioso y me da un bajón… Enhorabuena, de todos modos. Suerte y abrazo.
Una vida normal suele alternar los sinsabores y las alegrías con un cierto equilibrio, pero puede haber casos en los que la balanza se obstina en una querencia a la que parece abonada.
Muchas gracias, Juana María.
Un abrazo.
Una última frase trágica y contundente. Esa muerte después de la guerra es la peor.
Morir de dolor, el peor de los finales.
Gracias, Isabel
Después de las guerras siempre queda la basura que sigue matando: minas, morteros, bombas que no explotaron, balas, etc. todo dispuesto para que un desprevenido o un niño las encuentre y se exponga al peligro. En 1965 mi país (R.D.) se vio envuelto en una guerra civil y fuimos invadidos por los Estados Unidos; recuerdo que mis amigos y yo jugábamos con las balas y las placas que identificaban a los soldados, y que encontrábamos en las calles. Un día uno de los chicos encontró una granada que por suerte no manipulamos y se las entregamos a su padre. Tu relato ha hecho que recordara esta anécdota de la cual yo fue testigo y participe. Muy bien llevada la historia, impecable relato.
Saludos.
Una guerra sólo deja devastación y podredumbre, restos malsanos en el terreno y en los corazones. De la Guerra Civil española ya han pasado unos cuantos años, pero todavía, de cuando en cuando, aparece un obús sin explotar, con una peligrosidad que no entiende el tiempo transcurrido.
Me alegro de que aquella granada encontrada en tu infancia no tuviese consecuencias y sólo quedase en recuerdo o anécdota.
Un abrazo, Beto, y muchas gracias
Uff, vaya secuencia de horror. Lo que cuentas ocurrió varias veces. Das un varapalo al lector, que no puede quedar indiferente. Suerte.
Sin ir más lejos, hace pocos meses un coleccionista de proyectiles, balas y obuses de nuestra Guerra Civil, murió al estallarle uno de los artefactos.
Muy agradecido por tu comentario, maestro.
Un saludo
Buen relato, y destaco las dos frases finales, esa «guerra insaciable». Es duro, despiadado, pero la vida bien puede en ocasiones ser incluso peor. Y quien tuvo que tragarse todo el dolor no fueron los que murieron, sino esa madre que los vio partir. Pobre. Mucha suerte, compadre, a ver si rascas.
Abracísimos.
Como bien dices, ya no hay solución para los que han partido, el problema queda, tras las batallas, en los que han de levantarse día a día, cargando sobre sí ausencias, tristezas y miseria.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo
Hola Ángel,
Lo siento, me acabo de dar cuenta que otra vez he elegido tu relato para Melotemía. Esta vez nada que ver con la anterior entrada.
Espero que te guste.
Un abrazo.
Me dedicas un homenaje fantástico y todavía te disculpas. Sólo puedo agradecértelo una y otra vez. Tienes permiso expreso para hacer uso de mis humildes textos siempre que lo creas oportuno, de ti sólo puede salir algo bueno.
Un abrazo, Ginette
El relato conmueve, te suscita y al final arranca hasta el último suspiro de esperanza. Me gusta por completo. Por lo que dice, por cómo lo dice, y por lo bien escrito que está. Seguro que a todos los que saben lo que duele un hijo los has dejado temblando. Y a los que no también. Enhorabuenísima y mucha suerte 🙂
Qué otra mención se puede desear después un comentario como el tuyo, de alguien que domina magistralmente el lenguaje y los temas.
Gracias por pasarte por mis letras, José Antonio
Un abrazo
La historia se incrusta, se va clavando poco a poco hasta que ya no hay forma de poder sacarla. Ni ganas de hacerlo. Felicidades Ángel.
A alguien que sabe escribir se le nota no sólo por sus cuentos o relatos, también y de igual forma en sus comentarios.
Muchas gracias, Paloma. Saludos
Duro, durísimo, como son los dolores de una madre deshecha en guerras. Un relato muy bueno.
Nada hay equiparable en dureza al dolor de una madre.
Muy agradecido por tu comentario.
Un saludo
Ángel, como siempre, un magnífico relato. Pensar que son cosas que están sucediendo día a día y que casi casi, podemos ver al paso de las noticias. Un abrazo y gracias por recordarnos el mundo que vivimos, donde no hay dolor más profundo que el de la madre que pierde a un hijo. Abrazo!