53. Lección de anatomía
Ocurrió el marzo de sus trece años. Llevaba varios días, junto a sus padres y su hermano, tratando de huir por la línea fluctuante del frente del Ebro.
Vio cómo traían detenidos a dos brigadistas que habían encontrado escondidos entre los almendros. Eran corpulentos, tenían el cabello claro y los pómulos altos. Uno de ellos arrastraba su mirada hacia la vida efímera y venenosa que se agolpaba a su alrededor.
Los llevaron hacia un barranco cercano al camino. Después se oyó un estruendo de pólvora.
Al atardecer se escabulló con su hermano. Al asomarse al último de los márgenes pudo ver un montón de ramas ocultando algo.
Otro marzo, muchos años después, regresó. Acompañado de dos compañeros universitarios y una pala, volvió al lugar exacto. Entre las raíces de los almendros en flor empezaron a asomar costillas, un fémur y un par de calaveras, que introdujeron en un petate para transportarlos de vuelta a Barcelona. Allí limpiarían los huesos hasta dejarlos de un blanco sucio y uniforme.
Durante los años siguientes, los huesos recios de dos eslavos que fueron fusilados en una guerra extranjera le enseñaron toda la anatomía que necesitaba para convertirse en el médico respetable que pretendía ser.
Hola, Paz, un mes propicio para honrar tu nombre. Inauguro tus comentarios destacando el final con jarrón de agua fría, aunque desde el inicio ya estábamos bastante congelados. Otra muestra más de inocentes que mueren en las guerras, donde TODOS son inocentes, los extranjeros y los autóctonos.
La guerra es la guerra, y siempre ocurrirán barbaridades como la que tú cuentas con tanto realismo.
Suerte.
Barbaridades en todos los bandos. En las guerras no hay malos y buenos, sólo dolor e injusticias y tú lo has plasmado muy bien.
Últimamente estoy viendo muchos documentales sobre guerras, y su visión me confirma que todas las guerras son la misma Guerra, y que una vez se entra en la vorágine de su rugido todo se transforma en un infierno que golpea con más fuerza a los que menos culpa tienen.Muchas gracias por comentar Lorenzo, Maria jesús y MCarmen!
Cuánta sangre hay en las guerras y qué inútil es derramarla.
Un saludo
JM
Con tus palabras una vez más certificas la sinrazón de las guerras, en las que únicamente se eleva el dolor, la muerte y el sufrimiento en medio de una gran destrucción que no conduce a ninguna parte.
Lección de anatomía y lección de vida.
Una narración fluida y precisa de un hecho terrible. La menos encuentras una aplicación práctica a tanto sinsentido.
Un saludo.
Una de las cosas que más me sobrecogen de las guerras son las secuelas de por vida que les quedan a los niños que las viven.Algo no contabilizado como daños colaterales, pero que deja a generaciones enteras con auténticos traumas muy difíciles de superar. ¡Gracias por vuestros comentarios!
¡Qué ironía tan macabra esconde tu relato, Paz! Y cuántas lecciones nos quedan por aprender.
Suerte y saludos.
Paradojas y sinsentidos es lo mínimo que provocan los conflictos bélicos.Y parece que no aprendemos la lección ,si. Saludos, Rafa!
Una manera muy ingeniosa de terminar la batalla.
Una visión analitica que ayuda al protagonista a aprovechar y transformar friamente un hecho muy impactante en otro cotidiano. Buena catarsis.
A mi entender muy bien relatada esa ejecución sumaria y original esa vuelta que le has dado para que el pequeño mirón le saque provecho. No exento de denuncia entre líneas. Mucha suerte 🙂
Interesante el texto Paz, la memoria histórica, y los resultados positivos de ella. Es algo sórdido pero totalmente tolerable y de lectura muy llevadera y algo sorprendente casi de literatura forense (jeje)
Abrazos y suerte
Isabel Juan Antonio y Manuel, muchas gracias por vuestros comentarios!