JUN162. LADRONES DE ALMAS, de Esperanza Temprano
Descubrí que no estaba sola al ponerme el abrigo, una mano me acercó la manga derecha ante el bucle retorcido de mi espalda buscando su dueño sin encontrarlo. El espejo del hall decía no haber visto a nadie nada más que a mí. Me siguió hasta el ascensor donde otra mano se me adelantó pulsando el botón del garaje, me volví bruscamente hacia ella para que no le diera tiempo a desaparecer, aunque el espejo volvió a escupir solo mi cara de estupor atrapada en una caja diabólica que no controlaba. Corrí hasta el coche y cerré rápidamente los seguros de las puertas pero cuando arranqué, el retrovisor me devolvió una decena de ojos observándome. Al llegar a la oficina los inmensos espejos de recepción no me reconocieron y pasé una y otra vez sin que me reflejaran. Les he contado una y mil veces esta historia a los de la bata blanca, y se empeñan en mantenerme encerrada en esta camisa de fuerza como si fuera yo la única a la que han robado la imagen y borrado su reflejo.
Hermoso relato. No puedes explicarles nada a los de la bata blanca. Palabra de loco… con bata.
Me gustó mucho el dialogo con los espejos, tramposos, que no cuentan lo que saben, bella hada bosque.
Abrazos, suerte.
Esto sí que es sacarle juego a los espejos. Lo que más me ha gustado es lo dinámico del micro, que va de un lado para otro con total coherencia, pese al empeño de los de la bata blanca. Qué sabrán ellos.
Un abrazo.
Esperanza, es muy visual y ritmico ese juego de situaciones; también su final.