74. Tiempo de castañas (Esperanza Tirado)
Siguiendo el rastro de miles de pisadas y castañas caídas en la arena, se adivinaba que la batalla de aquella tarde de sábado había sido intensa.
En los dos equipos se produjeron bajas por castañazos fortuitos. La más grave, el brazo dislocado del Rubio al intentar saltar desde casi lo alto de la torre de troncos para esquivar el ataque de un proyectil-castaña.
El accidente detuvo la batalla de inmediato. Los dos más rápidos cogieron las bicis y avisaron a los padres del Rubio, que, con los nervios de punta, le subieron en coche al Hospital.
Los demás, sentados en los bancos, las bicis amontonadas a un lado, esperaban a que volviera, sin ganas de seguir jugando. Se les había quedado metido el susto en el cuerpo al verlo caer. Y ese brazo flojo y retorcido, como del revés, les puso el estómago malo e hizo derramar alguna lágrima a más de una.
Tres horas después, desde la torre anunciaban el regreso del coche. Y el Rubio volvía ser el centro de atención con sus ‘heridas de guerra’.
Su brazo recubierto de reluciente escayola blanca apenas tardó unos minutos en ser firmado y decorado a todo color.
Confieso que yo, como muchos niños, llegué a envidiar a los escayolados, pero no hubo manera y solo me pusieron una tirita a veces. Muy bueno.
Un saludo
JM
Y yo que nunca me he roto nada… Un descalabre en la cabeza bastante aparatoso pero sin consecuencias.
También me daban envidia los que llevaban su escayola llena de firmas y dibujos. Eso sí, las rodillas sufrieron lo suyo con caídas variadas de bici y de patines.
Mil gracias por tu comentario Juan.
Saludos
La de salvajadas que hemos hecho todos de pequeños. Y lo que presumíamos con las heridas de guerra: postillas, cicatrices, escayolas o castigos injustos, que nos dolían en el alma…
Yo me caí de un pino al que me subí y, después, no supe bajar. Se me salió no sé qué líquido en la muñeca y me salió un bulto con el que fardé todo el verano… La zurra que me dio mi madre, aún no la he olvidado.
Este rollo para decirte que tu relato es encantador porque hace evocar momentos olvidados de la infancia.
¡Magnífica guerra la tuya, Esperanza!
Besos.
Esta ‘batallita’ tiene parte de vivencia real. El escenario era el sitio principal de juegos durante mi infancia. Ya desapareció, comido por una plancha de cemento. Una pena porque era genial. La de vueltas, subidas, escaladas y bajadas que di por ese fuerte… y en alguna pelea a castañazos participé dentro y fuera de él.
Me ha encantado el recuerdo de tu caída.
Muchas Gracias Patricia. Besos.
Otro punto de vista muy bueno, esas heridas de guerra infantiles. Yo nunca me rompí un brazo, pero me caí de un remolque de mi abuelo y me puse la cara que era toda ella una costra. Todo en plenas fiestas pueblerinas. En fin quien no tiene una anécdota que contar en ese sentido.
Como siempre lo has relatado de forma tan natural que te has metido en nuestros recuerdos.
Felicidades.
Menudo accidente, Asun. (me has hecho reir, mil perdones, seguro que a ti entonces no te hizo nada de gracia) Los míos nunca fueron tan aparatosos. Pero hasta la mínima brecha se recuerda ahora con cierta nostalgia.
Gracias por tu recuerdo infantil y tu felicitación.
Original forma de contarnos esta otra batalla, la de castañas que ya empiezan a verse por los parques.
Un abrazo
Creo que me he adelantado un poco al tiempo real. Pero como es medio ficción creo que sirve.
Gracias por verlo original, Blanca.
Abrazos.
Ayyyy, aquellas batallas infantiles. Había hasta «efectos colaterales»: una servidora recibió una pedrada en la nariz.
Yo alguna castaña que otra tiré, aunque pedradas no, ni tampoco recibí. Pero lo bien que nos lo pasábamos. Qué tiempos aquellos ¿verdad? A pesar del dolor de los ‘efectos colaterales’.
Gracias M Carmen, por pasar por esta ‘batalla’.
Cuando trabajaba con niños les ponía mogollón de esparadrapo cada vez que se hacían algún pequeño rasguño. Para ellos, que venían llorando y hechos polvo por una cosita de nada, era el mejor consuelo: la «herida de guerra» por la que todo el mundo les iba a preguntar. Yo les decía que iban a ligar muchísimo y se les iluminaba la carita. Entraban hechos un mar de lágrimas y salían más contentos que unas castañuelas.
Me has recordado esa época bonita y mis propias cicatrices de «castañazos», por formalita.
Abrazo.
Entre los esparadrapos y las calcomanías entonces algunos tenían los brazos hiperdecorados. Y eso que antes solo había del marrón. Ahora con tanto dibujito tienen para elegir.
Os he puesto a todos en ‘modo nostalgia on’.
Gracias por tu anécdota Aurora.
Besos
Esas batallas, esas heridas de las que de mayores nos gusta hablar.
«Castañazos» que nos hacen reír, compartir, crecer…
Una batalla de infancia muy bien contada, que me trae buenos recuerdos.
Un abrazo, Esperanza.
Esas batallitas que nos cuentan, y contamos, mil veces y que siempre tienen un algo especial cuando al que las cuenta se le iluminan los ojos volviendo a su niñez.
Gracias Amparo.
Abrazos.
Nos has hecho, un poco, volver a ser niños, Esperanza.
Muy nostálgico y narrado con mucha fluidez.
Mucha suerte.
Me alegro haber conseguido lo primero mezclando mis recuerdos con algo de invento.
Muchísimas gracias por lo segundo.
Saludos.
Y Mucha suerte para tí también.
Esperanza, me has hecho recordar con agrado las batallas de mi infancia, con piedras y castañas, además de la escayola, hecha para llenarse de firmas, artilugio que nunca llegaron a ponerme, a pesar de mis repetidos leñazos con la bici y sin ella.
Un relato muy simpático, con incidente digno de reseñar y final feliz.
También me ha recordado la infancia tu avatar, el personaje de Marcia, que ponía un contrapunto de sensatez a su alocada e inseparable amiga Peppermint Patty.
Un abrazo y suerte
Pues sí, mi avatar es Marcie la de Snoopy. De siempre me gustó el personaje por mi ‘parecido razonable’ con ella.
Tampoco pude presumir de escayola firmada, nunca me rompí nada. Y eso que sufrí alguna que otra caída.
Muchas gracias Ángel.
Abrazos y suerte para tí.
Todos tenemos nuestra batallita que contar, por leve que sea.
Gracias Ana.
Besos.
Y mucha Suerte para ti.
Simpático relato que me recuerda a la infancia, no sé si la de ahora está tan llena de juegos en la arena. Suerte, Esperanza.
Me temo que los niños de ahora llenan menos los parques. Están más pegados a las maquinitas o a los dibujos de la tele. Antes era diferente. Cada época tiene sus cosas buenas y menos buenas.
Por un momento he logrado conseguir que todos hayáis vuelto al lugar de vuestros juegos de entonces. Ese ya es un gran premio.
Muchas Gracias Lorenzo.
Un relato lleno de añoranza, contado de manera natural, con una imagen clara de lo que va sucediendo, me ha encantado esta batalla.
Claro que todos tenemos alguna que contar, es lo bueno de ser niño y crear con la imaginación batallas que en su día nos parecían reales hasta que alguien se caía o se lesionaba, ante lo cual había doble castigo la «pupa» y la bronca o bofetada paterna/materna.
Un beso Esperanza.
Me has recordado esa mítica frase de madre: Como te caigas, encima cobras.
Feliz de que te haya gustado mi relato.
Gracias Mª Belén. Besos.
Esperanza, un hurra por estas batallas, aunque en ocasiones sean dolorosas. Suerte y saludos
Un Hurra bien grande por todos esos recuerdos infantiles.
Gracias Calamanda. Besos.
Y Suerte.
Buenos recuerdos y buen relato.
Felicidads
Muchísimas gracias María.
Pues toma castaña !!!. Has llevado la guerra al campo de los niños, no ya desde su visión, sino desde su mundo. Me parece que está muy bien orquestado y además seguro que transporta a más de uno. Has conseguido un reflejo muy fiel de lo que daría de sí una situación de este tipo. Enhorabuena. Mucha suerte 🙂
Pues parece que sí, que a más de uno le he traído de vuelta algún recuerdo o castañazo infantil.
Muchas gracias por tu comentario, Juan Antonio. Espero que algún buen recuerdo de aquellos tiempos te haya venido de vuelta a ti también.
Saludos.
Y suerte con tu relato.
¡Qué bonito tu relato! Las guerras de mi niñez no fueron con castañas, sino con piñas, palos y piedras. Y las heridas de guerra moratones y brechas. Y muchos lloros. Ja ja ja. Guerras prehistóricas. Ya podían ser todas así.
Pues recibir un piñazo también debe doler lo suyo. Menudas batallas montaríais.
Muchas gracias por pasarte y por tu comentario Isabel.
Un abrazo.
Bonito y entrañable Esperanza, ese momento escayola… esa sensación de ser un héroe herido en mil batallas.
Nos llevas a todos al parque con su lectura.
Abrazos y suerte
Un paseo por el recuerdo del parque y los juegos de nuestra infancia siempre viene bien, aunque sea breve y luego haya que volver a la cruda realidad.
Gracias Manuel, Y Suerte para tí también.
Abrazos.