102. BATALLA DIFÍCIL DE OLVIDAR (Ana Tomás García)
«…No me quedó otra que sonreír tras los portales con una mueca pícara de rojo carmín en los labios, amargos de desesperación. Levantarme la falda de mala manera y mostrar mis piernas ligadas a unas medias remendadas en las que nadie iba a reparar porque la urgencia era otra y esos pequeños detalles de pequeña dignidad sólo los conocía yo. Dejar a la prole dormida cada noche, buscar excusas durante el día, esconderme siempre para no ser reconocida a pesar de ser la puta por todos requerida.
No me quedó otra que perderme por las callejas inmundas durante aquellos duros y tristes años de la guerra en los que me vi sola para dar de comer a mis hijos y venderme como un mísero trapo con el que limpiarse las inmundicias por unas pocas perras, un trozo de pan o un puñado de lentejas…»
-No se mortifique más, madre. Aquello pasó y gracias a usted crecimos y nos fue bien. Nos vinimos a esta casita frente al mar, lejos de todo y de todos, donde los únicos murmullos son de las olas que rompen en la soledad de la playa.
-Lo sé… Pero es que hay batallas difíciles de olvidar.
El preciodel sacrificio es difícil de olvidar, pese al agradecimiento de los hijos. Muy bueo.
Un saludo
JM
Gracias Juan Manuel, el sacrificio siempre tiene un precio muy alto pero también su recompensa. Un abrazo.
Dentro de la dureza de la historia, la comprensión y gratitud de los hijos.
Buen relato.
Abrazos.
Gracias Rafa, es lo menos que se merece una madre que se sacrifica por sus hijos. Un abrazo.
¿Cuántas batallas se habrán librado así!
Se libran y se seguirán librando, por desgracia. Gracias por pasar y comentar M Carmen. Saludos.
Duro y triste relato. Que desesperación se nota en las palabras de esa madre. Bien contado.
un beso Ana
Gracias M. Belén, por pasar y comentar, un abrazo.
Ana, muestras la comprension ante las dificultades de una epoca dificil, suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda, qué menos que intentar comprender esa situación. Un abrazo.
Las madres siempre tirando adelante y haciendo lo que haga falta y más por unos hijos que a veces de adultos no se comportan como deben. Me gusta que en tu relato sí sepan agradecerle sus sacrificios, que tuvieron que ser durísimos y humillantes. Nacer hembra en la raza humana es una maldición con mucha más frecuencia que la que debería. Besos y suerte.
Tienes razón, nacer mujer significa tener que superar muchos hándicaps, por eso he querido premiar a la protagonista con algo tan valioso como la comprensión de sus hijos, ellos, que fueron la razón de su sacrificio. Gracias Ana, un abrazo.
Los dos párrafos iniciales describen la conciencia, el conocimiento de una realidad repudiada pero de aceptación necesaria. Me pierdo en el significado de ese «No me mortifiques más, madre». Puede que la queja de la hija sea sincera, si es así la conclusión del relato esta clara. Pero si la hija ironiza, ningunea a la madre por considerar historia pasada su sacrificio, el relato adquiere profundidad, tiene una segunda lectura, se viste de una realidad horrible pero habitual.
La frase exacta es: «No se mortifique más, madre» haciéndole ver que no es necesario recordar aquellos malos momentos que le hacen daño. Saludos Daniel, y gracias por comentar.
Una batalla, sin duda, difícil de olvidar. Narrada desde el sentimiento y la aceptación de que cuándo toca luchar por lo importante, se hace.
Sin duda. Gracias Reve Llyn, saludos.
Inútil pero inevitable. Gracias Ana, un beso.
Sus palabras parecen sentidas por una mujer con los ojos perdidos en aquel tiempo. Terrible que nunca se perdonará ni superará las secuelas de lo que nadie recuerda.
Las guerras han traído mucha miseria. Y la manera de salir de ella cada cual hizo lo que buenamente pudo. Por un hijo se hace de todo. Me ha gustado la sencillez y lo fácil que nos lo muestras. Mucha suerte 🙂