Pan para hoy
La pequeña entra dando un portazo.
—Papá, papá ¿Lo has oído? Enciende la radio. Dicen que se acabó, que todo va a cambiar. Las calles hierven. Dicen que habrá trabajo, que abrirán de nuevo las escuelas, que se arreglaran las carreteras, que todo va a ir mejor…
El abuelo esboza una media sonrisa comprensiva, arranca su cuerpo de la mecedora y, renqueando, se acerca hasta la mesa donde mamá pela las últimas patatas. Suavemente recoge las mondas, las envuelve en papel de periódico y las introduce en la nevera. Mamá asiente con tristeza.
Tristemente, hay batallas que nunca llegarán a ganarse.
Bien contado, Miguel.
Saludos cordiales
Un relato desesperanzador, pero real.
Abrazos.
Ya te leí en el blog, padrino, pero qué más da. Te decía que los niños aún tienen esa esperanza de brotes verdes que los adultos ya dan por perdida. Y luego estamos los que buscamos otra manera de brotar.
Un saludo
JM
Muy real
Olé, Miguel, ganando batallas cada día con tus letras.
Yo calificaría tu relato de realismo social.
Gracias a todos. Creo que aquello que es imposible no nos debe hacer desistir, que forma parte también (tanto como la necesidad de destruirnos) de nuestra humana naturaleza.
Abrazos.
Qué bonito y con que naturalidad lo explicas. Un relato magnífico. Mucha suerte 🙂
Gracias Juan Antonio, pero creo que me quedó fuera. Mejor, más tranquilo, je je.
Abrazos.
Buen relato. Me gusta el contraste del optimismo de la juventud y la realidad, muchas veces demasiado negativa, de la madurez.
un abrazo Miguel
Gracias Mª Belén, por eso es importante la juventud.
Abrazos.
miguel, la batalla de la pobreza es dificil de ganar, y ellos lo saben. Bonita forma de contarlo. Suerte y saludos
Pero no podemos dejar de intentarlo.
Gracias Calamanda, un saludo.