JUN132. LA VIDA, de Antonio Nieto Díaz
Llevo sesenta y cinco años mirándome al espejo del cuarto de baño y no me reconozco. Pero ¿quién es ese individuo de cara triste y pelo gris, repleto de arrugas y papada? No hace sino un “rato” que aparecía aquel otro más alegre: fue el día que le anunciaron que nació Carlitos. Y no digamos del individuo de pelo largo negro como el azabache que se preguntaba si hacía bien en casarse con Ana. El que más me gustó fue el del joven que se echaba gomina en el tupé, porque quería estar atractivo: era su primera cita y estaba delgado como un fideo. !Ah, casi lo olvido! También estaba aquel mocoso que abría la boca como una rana para verse como se le caían los dientes; después de aquello no recuerdo a nadie.
Me pregunto si la próxima vez que me mire al viejo espejo aparecerá alguien.
Interesante fluir de la vida en imágenes reflejadas en un espejo, como si tuviera memoria y afectos. Lo cierto es que cuando nos miramos los días buenos, parece que el espejo nos refleja mejor, hasta brillamos. Muy buen relato, Antonio.
Yo creo que sí que aparecerá alguien, por ejemplo el abuelo radiante por la llegada del primer nieto. Y tantas cosas más por vivir, ¿no?
Un abrazo.
¡Qué son sesenta y cinco años! Nada, una chiquillada. Tu espejo es un álbum de recuerdos con hojas vacias esperando nuevas secuencias.
Un saludo. Elena
Resulta que, aunque somos los mismos, no lo parecemos. Y el espejo siempre estuvo allí. Delicioso, Antonio.
Un saludo
Juan M