JUN117. DESPERTÉ, de Juan José Benítez Goya.
Me desperté muy temprano aquel sábado: ocho de la mañana. Tenía la espalda dolorida por culpa de aquel indeseable colchón, tan irregular en superficie como incómodo para cualquier intento de descanso. Era increíble que aquel hotel de tres estrellas tuviera semejante artilugio de tortura…Y no sólo era la cama, sino toda la habitación. El mejor de los ejemplos lo encontré en el espejo situado encima de aquella vetusta cómoda, que no hacía para nada apego a su nombre. Se podían apreciar todas las virtudes de la habitación: una suciedad esparcida por toda su superficie reflejante, con la apariencia de ser ya longeva y que no tuviera la mínima intención de desaparecer; o la compañía de la carcoma que cubría aquel mugriento marco ovalado de una madera que se adivinaba que era de roble, aunque más bien parecía queso de gruyere barnizado. Y ahí estaba yo. Sin la más mínima esperanza de irme. Y no sería porque no tuviera la oportunidad de hacerlo, sino porque realmente no quería. Mi atracción por el espejo era muy grande. En un principio lo observaba desde la distancia, pero al final formé parte de él. Como todos aquellos que alguna vez permanecieron en aquella habitación.
Un micro turbador… Los hoteles, sus ausencias y presencias palpitan José.
Me gusta suerte
Muchas gracias Montesinadas!
Juan José, el apego a las personas y las cosas está bien contado. Suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda