JUN105. TEMPUS FUGIT, de Alfonso González Cachinero
Mientras su mamá se prueba unas sandalias, Carlitos juega sobre la alfombra de la zapatería a que su imagen reflejada en el espejo también se ponga el dedo en la nariz. De pronto, descubre sus primeras marcas de acné y un incipiente bozo que le asoma tímido. Le pedirá a su padre la maquinilla de afeitar. Y debe darse prisa, no puede llegar tarde a su boda con Mara. El nudo de la corbata se le resiste. Le da una calada al cigarrillo, nervioso, y lo deja en el borde del lavabo, en tanto repasa: yo, Carlos, prometo serte fiel… Por fin podrá dedicarse a pintar, su mayor afición. Se peina las canas y piensa en los compañeros que se jubilaron antes que él. Echará de menos las clases, después de veinte largos años como director. Y sin acostumbrarse aún a que le llamen don Carlos. Limpia los pinceles, se lava las manos de pintura —desde que está solo, pinta mucho—. Nota la punzada en el pecho, pero no tiene miedo. Caen los pinceles al suelo con estrépito. En el espejo, detrás de él, aparecen su madre, Mara, sus amigos… Sonriéndole.
Un recorrido por las diferentes etapas en la vida de una persona y el espejo como testigo invariable de cada una de ellas. Un final muy bien conseguido, al igual que el título del micro.
¡Buen trabajo, Alfonso!
¡Muchas gracias, Julieta!
Un bello recorrido al que nos invitas, Alfonso, con este micro preciso y medido. El espejo de la vida, sin temor y con amor. Gracias.
Un saludo.
Gracias a ti. «El espejo de la vida»: qué bonito, también podría haberse titulado así.
Un saludo cordial.
Ni circular, ni lineal, ni en media res. Toda una vida contada en especular. Muy original. Y el cierre, genial.
Un abrazo.
Mi agradecimiento por tus amables palabras. Un fuerte abrazo, Susana.
Vertiginoso, Alfonso. Carpe diem, en consecuencia. Un auténtico reflejo del día a día. Felicidades por tu visión de la vida que se escapa.
Un abrazo rápido, rápido.
No podemos fiarnos del mañana; hay que aprovechar el tiempo («carpe diem»), porque «tempus irreparabile fugit».
Muchas gracias a ti, Aurora. Y otro abrazo, pero en su justa medida, ni muy corto ni muy largo («in medio stat virtus»).