17. CARTAS (Ignacio J. Borraz)
«Bill Benson se está labrando una respetable fortuna en el nuevo mundo» te dice tu padre aquel martes, entrando en el salón. Porta una carta entre sus manos y está entusiasmado. «No quiere demorar más vuestra boda y adjunta un pasaje ¡ni más ni menos que en el RMS Titanic!». Te abraza y algo se quiebra en tu corazón.
Desde la primera noche en el transatlántico, acompañada por la anciana Maude, cuando os postráis para orar al Señor, tú sabes que tu plegaria es indigna, pero no puedes evitarlo. Le pides que ocurra algo, lo que sea, para que no llegues a sus manos.
La cuarta noche te despiertan pasos apresurados. Maude se viste y sale a indagar. Cuando vuelve, la inclinación de vuestro camarote, el 115, corresponde con sus palabras: el barco se hunde. Dejas que Maude salga y cierras a su espalda echando el cerrojo. Le pides a gritos que se marche, que se salve, que tú ya lo estás.
Te tumbas en la cama y sacas de debajo de la almohada una carta arrugada de John: «Querida Rachel, a pesar de la distancia te amaré toda la eternidad». Sonríes. La eternidad está a punto de llegar.
Amor contracorriente. Bonita historia. Me ha gustado.
Suerte Ignacio.
El transporte acorta las distancias, incluso puede ser un medio para llegar a eso que siempre vemos tan lejano, la eternidad.
Suerte y un saludo
Los amores concertados y la amargura que producen reflejados en una historia de paroxismo trágico que navega entre letras epistolares. Con recuerdos a clásicos como La Celestina, un ejemplo de los peligros del amor exarcebado.
Excelente.
Preciosa historia esta en la que se reflejan los sufrimientos padecidos por muchísimas personas, a causa de los matrimonios impuestos. Muy bien reflejada esta historia.
Muy bonita historia, Ignacio. Pero… ¿a quién le rezaba esta mujer? Con la que se lió, me parece que no era un Señor muy bondadoso.
Ignacio, su corazón ya había muerto, por lo que el trágico accidente supuso su liberación. Muy bueno. Abrazos.
Lo primero que me ha encantado son los nombres de tus protagonistas, le dan mucha fuerza. Pero para fuerza la de Rachel lo tiene clarísimo. Menuda determinación. Parece que por primera y única vez en su vida es ella la dueña de su destino.
Hola Ignacio.
Creo que su plegaria fue tan fuerte que consiguió extremecer el hielo del océano.
Como también extremece leer el relato.
Suerte. Saludos.
Lo que más impresiona del relato es que la protagonista se atreva a coger las riendas de su destino sin temor a la muerte. Quizá porque sin el hundimiento habría estado muerta el resto de su vida. Besos y suerte
Muy bien narrado Ignacio, fluye, como una corriente, y creo que para eso ayuda estar escrito en primera persona, un tanto para ti. ¡Ah! y además me gusta que hayas sido capaz de sacar algo bueno de semejante tragedia.
Un saludo.
Me encanta, me encanta, me encanta, Ignacio. Redondo el micro, tangibles los personajes…¡Genial!
Besicos
Muy bueno, Ignacio. Me ha encantado. Un abrazo
Muy bien logrado, me gusta este relato.
Felicidades.
Entiendo que el título hace referencia a esas dos cartas: la que abre y la que cierra el relato. Muy buena historia y muy bien narrada.
Suerte y abrazos