51. NÚMERO SIETE (Yolanda Nava)
Él afrontaba el viaje como todo lo demás: con optimismo. Aunque antes de salir hubo de asegurarse de que no había ningún gato negro a la vista. No le importó, por fin iban a conocer Nueva York, después de perder su anterior oportunidad ante la negativa de ella de partir un día trece.
Ahora estaban a punto de embarcar en un lujoso buque por cuyo pasaje habían pagado una cifra indecente, que además se incrementó por el capricho de ella de alojarse en el camarote número 115 argumentando que la suma de los dígitos era su número de la suerte, tal y cómo él ya debería saber.
Todo estaba en orden al fin, aunque ella se pegó a él balbuceando que había escuchado el triple canto de una lechuza a lo lejos.
Ahora, mientras la veía desdibujarse entre el agua y el miedo en medio de una lancha llena de niños y mujeres, pensaba que tal vez siempre había tenido razón, y que sí, que la mala suerte existe, así como las personas gafes que la atraen.
Hoooola, señorita Nava.
Que tal por el barrio Húmedo?
La familia bien?
Nos alegramos.
Espero que al recibo de esta carta te encuentres bien de salud, yo bien gracias a Dios.
Nada, aquí, leyendo la historia de una pájara supersticiosa.
Que si me ha gustado?
Bueno, tiene todos los ingredientes y la calidad que se le suponen a su autora, pero además, en esta ocasión añade un componente extra(desde mi punto de vista) como es el humor.
Vamos, que he disfrutado como un perro con su lectura.
Y si encima ella es la mami de un rockero indomable y además mi mejor amiga, pues…
Dame un beso antes de que derrames la sal, anda…
Yolanda, para mi gusto te ha quedado un relato redondo. Suerte y saludos
Jajaja Modes, me encantó tu carta, el Húmedo sigue esperándote y mi hijo (cólo rockero ocasional) por aquí «dando guerra». Gracias por tu opinión pero de sobra sé que el relato «anda escasillo» de ingenio y calidad. Ando en horas bajas.
Un beso nada supersticioso. 😉
Gracias Calamanda, siempre tan generosa y cariñosa en tus comentarios. Fuerte abrazo.
Existe la mala suerte y las personas que lo atraen, es una realidad, no es superstición, pero este relato, a pesar de que acabo de leer que, según tú, estás en horas bajas, tiene ingredientes sobrados para gozar de la mejor fortuna, desde la buena redacción a la que nos tienes acostumbrados, a la originalidad, por citar sólo un par de virtudes del texto.
Un abrazo y, aunque sea una redundancia: Suerte
Vaya mi madre sin ser del todo superticiosa siempre ha tenido ese núnero como el de la suerte. Creo que le voy a leer tu relato a ver si cambia de opinión. Como te ha dicho ya Modes, me ha gustado el punto de vista de resignación graciosa del que parece que pronto estará en las profundidades del océano.
Un abrazo, Yolanda.
Yolanda, un relato genial, muy bueno.
Un abrazo
Fíjate si me has metido en el relato, que me da rabia que se hunda el optimista en lugar de la gafe, pero es lo que tiene, que a ellos no les pasa, si no no tendría gracia.
Un saludo.
Pobre hombre. Eso le pasó por casarse con una gafe.
Pobre! el caso es que lo cuentas de esa manera que hasta hace gracia. Es como si la historia se quedara quieta, en ese instante, ella partiendo, segura, y él reflexionando, viéndola partir.
Curioso y buen relato Yolanda, Parece ser que las horas bajas, son altas en las letras.
Es cierto que el gafe se tiene y se contagia a quien a su lado se atreve. Creo que hay algún conjuro para alejarlo, pero no me hagas caso. yo siempre positiva y lejos del 14. jejeje.. (cada uno tiene su numero rabioso…)
un besito.
Mi compañera le diría que es que está «chamando as meigas» y claro…
Yolanda, te ha salido genial y divertido, no sé porque dices lo de las horas bajas. Yo me identifico mucho con el optimista resignado, porque cada vez que leo relatos como el tuyo pienso que no sé para qué me empeño en seguir echando mi carta a los reyes mes tras mes.
Abrazos y suerte