73. Encerrada en mi propio camarote
Tenía la piel sobresaltada y el estómago atado con una pinza de la ropa. Lo sentía sujeto a una cuerda que alguien movía a través de una polea. Sin embargo no podía articular palabra. La boca no se me abría. Tenía los labios cosidos con cemento armado, el superior pesaba demasiado y aplastaba al inferior que no podía moverse. Mi cuerpo fue una fortificación durante cinco minutos. El tiempo que puede durar un abrazo, comer una pera, leer la página de un libro. Ese tiempo mi cuerpo lo convirtió en la tortura de un campo de concentración. Treinta segundos antes, cuando el cuerpo reposaba en un atardecer libre sólo se oía el ruído ensordecedor de una moto a gran velocidad. De frente un camión. Quedan 10 segundos, suficientes para que vuele un casco que se ha comido una cabeza y un cuerpo que rompe sus huesos contra la luna del camión. Dos segundos. Quietud, silencio, sangre esparcida, sesos, brazo pegado a mis zapatos. Empiezan mis cinco minutos de horror. El tiempo que se necesita para la consciencia.
Lourdes, me dejaste con la boca abierta. Los segundos donde todo termina y ya el cuerpo se ha partido. Un horror que el protagonista no podrá siquiera imaginar.
Sin palabras…
Un abrazo y suerte.
Que bonitas palabras, Muchas gracias.
Impresionante, Lourdes. Qué imágenes encierras bajo ese título… Una descripción total y aplastante de la agonía.
¡Enhorabuena!
Muchas gracias Patricia, pretendía precisamente ofrecer imágenes de la vida. Graciass.
Me has metido de lleno en la historia y en la angustia de alguien que sabe que va a morir.
Muy realista.
Gracias María Jesús, que bien que lo hayas sentido así.
un abrazo
Felicitaciones Lourdes,
Has tratado de salirte del modelo de historia que se está contando y lo has conseguido. Además, considero que si la idea de la minificción es relatar un instante de manera satisfactoria, lo has logrado a cabalidad.
Saludos.
Gracias Óscar me gusta lo de minificción aunque esto sea casi una minirealidad. un abrazo
De veras impresionante.
Gracias M Carmen. un abrazo
Un buen relato, duro como esa agonía.
Abrazos.
Gracias María. un abrazo
Qué bien se puede medir el tiempo, qué importancia cobra cuando, de repente nos quedamos sin él. Esa consciencia no da la conciencia capaz de apreciar hasta el más insignificante instante. Un relato de cuenta atrás, tres, dos, uno, ………..
Si, el tiempo siempre es maravilloso, para lo bueno y para lo malo. Un abrazo
Que bien describes esos momentos en que la conciencia todavía no ha muerto y se da cuenta del dolor, lo que ha ocurrido y la proximidad de muerte.
Diferente propuesta a las de este mes. Relato muy acertado.
Un beso Lourdes
Muchas gracias Belén, un abrazo.