81. Eterna promesa
Su traje estaba hecho jirones y tenía los zapatos empapados. No era esa la imagen que Robert esperaba mostrar aquel día, pero pese a ello avanzó con decisión a través de los pasillos. Se detuvo frente al camarote 115.
–11 de mayo; nuestra primera cita –dijo para sí con una sonrisa en los labios.
Él estaba en la 262, que señalaba la fecha en la que le pidió matrimonio. La idea de relacionar los camarotes con esos acontecimientos fue de Mary; siempre le sorprendía con excentricidades de aquel tipo.
Abrió la puerta y la encontró sentada. Estaba realmente hermosa. Su vestido de novia, blanco inmaculado, elevaba su belleza a la altura de un ángel. Cuando la vio, su dicha fue absoluta, y olvidó al instante el hiriente comentario que quería hacerle sobre la ocurrencia de casarse en el Titanic. En su lugar, apoyó una rodilla en el suelo, ese gesto de galantería antigua que ella tanto agradecía, y colocó la alianza en su dedo. Después se levantó, apartó el alga que Mary tenía en la boca y la besó.
Siglos más tarde, ambos permanecían abrazados, escuchando a lo lejos cómo la orquesta interpretaba la marcha nupcial para ellos.
Raúl, cuentas muy bien esta historia de amor y excentricidades. Suerte y saludos
!qUÉ HERMOSAS HISTORIAS CREA ESA BARQUITA!
Lindo y sentido relato de amor más allá de la tragedia.
Un abrazo y suerte.
Romántico relato, que nos presenta una escena de película…Suerte.
Jajaja, me gusta que mantenga su promesa a pesar de los acontecimientos.
No puedo por menos que reirme. Así me gustan a mi las historias, es más, casi casi, hasta se me podria haber ocurrido a mi.