111. LOS INFORTUNIOS DE LA VIRTUD
Llevas un mes sin salir de aquí y, aunque la ventana es amplia y hace sol, tú sólo ves un agitar de algas. Te sientas ante el ordenador y pasas las horas muertas, pero no eres un hikikomori o no te sientes como tal. Tú no huyes de la vida, al contrario, eras un luchador, tenías trabajo, un hogar, un hijo. Pero la galerna del destino hizo que todo se estrellara contra el iceberg de la fatalidad. Primero fue aquel producto financiero que te negaste a vender, por fraudulento. La empresa te presionó y acabó por relevarte de tu puesto. Tu mujer tomó tu rectitud por dejadez y la convivencia se quebró. Ahora vives de la sopa boba de tu abuela; ni valor has tenido para hablar con tus padres. Miras por la ventana y ves peces pasar, en lugar de golondrinas o estorninos. No te extraña y regresas a la pantalla del portátil, a ese Titanic que últimamente te obsesiona, y del que lo sabes todo, hasta el número de piezas de vajilla, o el origen de cada alfombra, o —no sería malo— el número de días que tardarán los buzos en llegar y liberarte de esta hondura.
Antonio, ya desde el título desgranas la pequeña historia de un hundimiento personal tan atroz como la del colosal Titanic. Y, no sé porqué, el tuyo ahoga más. Felicidades por el texto.
Ciertamente esta sociedad no parece estar hecha a la medida de los virtuosos. La honestidad es un valor que goza de poca comprensión. Mucha suerte.
Todos llevamos un titanic en nuestro interior.
Un personaje que no cabe en una sociedad corrupta, y un ordenador en un ambiente lejos de la realidad.
¡Muy bueno!
Un abrazo y suerte.
Tu personaje lo tiene muy complicado en un mundo lleno de corruptos, donde la virtud no tiene cabida y se la trata como algo inservible.
Qué buen relato, me ha encantado. Qué lastima tu protagonista.
Un abrazo
Gracias a todos por vuestros comentarios. Efectivamente, en estos tiempos, la virtud es revolucionaria.
¿Y de dónde se sacan fuerzas para emerger? ¿Perdiendo la virtud?
Confío en que este opositor a hikikomori la rescate y alimente lo suficiente para salir a flote y remar.
Me ha gustado tu cuento.
Pues sí, habrá que dejarle la cartilla del buen emprendedor. Gracias, Isabel.
ANTONIO, real como la vida y bien escrito. suerte y saludos
Gracias Ana y Calamanda. Un saludo.