113. Matar a un ruiseñor (Jesús Mollinedo Gómez-Zorrilla)
Circunspecto, el Inquisidor Bernardo de Cienfuegos prosigue con el interrogatorio.
¿Y dice vuesa merced que nunca llegó a conocerla?
-No, mi señor.
En opinión de este tribunal hay algo diabólico en ella ajeno a este mundo.
-Ni esta cárcel, ni estos hierros, jamás podrán acallar estas manos guiadas por la Divina Providencia-, afirmó el acusado.
¡Insolente, no pongáis el nombre de Dios en vuestra boca!
-Me llamáis insolente porque desconocéis el camino de la perfección y la pureza. Yo lo encontré en una sola palabra y lo transformé en piedra inmortal.
Jugáis con el fuego purificador de la Santa Inquisición. ¡Blasfemáis!
El momento es tenso y el verdugo gira la polea que atenaza sus extremidades. El dolor es supremo, inmenso.
¿Estáis seguro de no haberla conocido, de no mantener tratos con ella ajenos al control de nuestra Santa Madre Iglesia? ¿Abjuráis?
-Nooooo…mi señor, ¿acaso uno puede renegar del amor?
Aquella noche Gian Lorenzo Bernini no pudo conciliar el sueño. El sofocante calor romano, la humedad del Tíber. Nuevamente hojeó el libro de la Santa de Ávila y en el margen de una hoja comenzó a trazar un pequeño boceto al que llamaría “el éxtasis de Santa Teresa”.
jesús, porque no pudo ser así, la imaginacion es la amiga del artista. Suerte y saludos
Gracias Calamanda, ¿qué sería de este nuestro mundo sin la mirada del artista?gracias a ellos y al legado de muchos nuestra visión de las cosas y la apreciación de todo ha cambiado. Un fuerte abrazo.
Todo tiene un comienzo, un origen, un chispazo que hace saltar a las musas. Y así de bien nos lo has contado. Mucha suerte 🙂