85. Aprovechar el retroceso
Ya en el cuartucho, el funcionario de vigilancia aduanera deja que se me acerque el perro que resulta ser muy cariñoso y, cuando lleva un rato olisqueándome, de pronto se da la vuelta y mira al agente moviendo levemente la cabeza arriba y abajo como admitiendo lo que ya se suponía, esta mujer está llena de bolas y el vigilante lo cree a pies juntillas porque este perro es único detectando cosas que a alguien le explotarán.
Pero resulta que este aduanero es en realidad un convertidor de sueños, de esos que cualquier cosa que esté pasando te la convierte en sueño para poder despertar y quedarte lo que quieras y soltar lo que sobre. Y saca un extraño mecherito de chispa acercándomelo a la bocana del ombligo y a los pocos segundos se me dispara el cañonazo por la tronera de retaguardia y allá van todas las bolas como balas . Y lo mejor de todo no es el retroceso que me lleva de nuevo a mi aldeíta del Urumey de donde no he llegado a salir huyendo de la miseria, sino la persistente sordera que no me va a dejar escuchar la oferta de esos canallas del cártel.
Muy divertido; lleva tu sello de calidad inconfundible.
Gracias, Lorenzo, generoso, no me había dado cuenta de que mi bodypacker protagonista podría ser la prima de ese chungo de tu cuento (magnífico) de este mes, tan empeñado el hombre en la ultraortodoxia neotestamentaria.
Una segunda oportunidad. Un relato surrealista y divertido. Destacaría la frase final, donde se cierra y se explica la historia. Suerte y abrazos.