3. PLATILLO VOLANTE (Eduardo Iáñez)
Ni en la peor de sus pesadillas habría podido soñar con una criatura así. Una serie de placas translúcidas le recubrían a la perfección el cuerpo cerúleo y mórbido, encorvado hasta límites imposibles a causa del volumen de la cabeza, que ocupaba un buen tercio de su altura. Soldada al tórax y directamente encajada sobre el abdomen, destacaban en ella dos pares de antenas, uno a modo de largos flagelos y el otro como embocadura hacia unos dientes diminutos; y dos ojos desproporcionados y oscuros, sin vida, que casi se salían de sus órbitas y colgaban de sendos hilachos. Completaban el horror dos filas de patas innúmeras, cuyas coyunturas les permitían retorcerse sobre sí mismas en círculos dantescos. Cuando constató entre náuseas que el monstruo venía acompañado de un auténtico enjambre de seres idénticos, estuvo a punto de gritar. Justo en ese momento, su padre acudió en su ayuda: “Niño, no las mires tanto y prueba las gambas. Verás qué ricas.”
Buenísimo, el relato y las gambas. Vaya hambre de marisco que me ha entrado; me conformaré con chupar la cabeza al relato una y otra vez. Mmmm qué sabrosas tus letras. Estás hecho todo un cocinero de la lengua. Hip hip hurra por Eduardo.
La imaginación al poder. El mundo no es como es, sino como lo miran. Y para muestra tu relato: se disfruta igual o más que una paella a pie de playa. Mucha suerte 🙂
Eduardo, qué bueno. Lo que es manjar para unos, es monstruoso para otros, así es en cantidad de situaciones y cosas. Buena metafora y ambientacion. Suerte y saludos
Suerte, Eduardo. Magnífica descripción. Más de uno se acordará de ti en la próxima mariscada.
Un abrazo.
Renegamos de cucarachas y arañas, pero mira que son feas las dichosas gambas. Lo que ocurre es que somos egoístas, y como nos ganan por el estómago todo lo pasamos por alto.
Una manera original y simpática de reivindicar a uno de nuestros monstruos cotidianos.
Un abrazo, Eduardo
Eduardo, ese niño ¿no sería mi hijo? Le tiene tirria al marisco.
Recuerdo alguna boda mientras yo me comía sus gambas, él hacía lo propio con los aperitivos de mi plato. jaja.
Me ha encantado. saludos.
En realidad algunos mariscos son monstruosos, para algunos niños verlos debe ser una experiencia aterradora y más si obligan a comérselos. Original manera de utilizar el tema del mes, muy buena historia.
Saludos.
La verdad que yo como de todo, pero a veces me paro a pensarlo y si…no se cómo puedo.
Divertido relato Eduardo, pues hasta el final no sabía que monstruo era ése.
Un abrazo
Eduardo, una descripción excelente, y el final, genial. Me ha encantado. Abrazos.
¿Pero si estás hablando de uno de mis monstruos favoritos?
Ese niño no sabe lo que se pierde. Y seguro que estaban a la plancha.
Ostras que hambre me está entrando.
Mucha suerte.
jajajaj.. Que bueno, despistada hasta el final. Me estaba asustando tal monstruo pero al final sabiendo que no es, lo he vuelto a releer con gusto y con gusto me comería media docenita de esas criaturas.
Original propuesta y acertado relato.
un abrazo.
Hola, Eduardo.
Andaba despistadísima hasta el final, ñam ñam, ¡qué ricas!Y si son al ajillo, mejor que mejor.
Me gusta tu monstruo, Eduardo, por lo diferente y por la sonrisa con la que sigo.
Un abrazísimo y suerte.
Je,je nunca había visto así ese billejo tan rico. Muy original.
Gracias a todos por vuestra lectura y vuestros comentarios.
Este mes, a la vista de los monstruos, me ha tocado remansarme en el humor. Siempre me ha resultado chocante cómo disfrutamos chupeteando uno de los seres más espantosos de la naturaleza, emparentado además con arañas y otras criaturas que la tradición tilda de repugnantes. Y ese choque, visto desde unos ojos infantiles, es el que he querido llevar al relato.
Gracias de nuevo. Saludos.
Suerte que el padre acudiera en su ayuda porque ya me imaginaba yo el final al revés, que estuviera el niño en el plato.
Mucho mejor así.
Genial! y divertido.
Ay las gambas, que bueno! prueba de que los monstruos están en cualquier sitio. Muy divertida apuesta, original y se agradece este cambio de registro hacia el humor en el tema.
Un abrazo.
¡Pobrecito el crío!!! Convengamos en que, por muy ricas que sean (para aquellos a quienes les gustan los mariscos, que no es mi caso), las gambas son unos bichejos para nada agradables a la vista… ¡Qué bueno que papá vino al rescate ;)!!!
Pese al menú, es un mini que se disfruta.
Cariños,
Mariángeles
Qué engañada me has tenido, ya estaba yo pensando en una invasión de aliens y a punto de cogerme las palomitas cuando nos obsequias con un plato de gambas. Serán muy feas pero están buenísimas. Me ha recordado a un amigo inglés que en su primera visita a España se quedó alucinado al ver unn plato de gambas a la plancha, porque el pobre siempre las compraba congeladas y peladas en su país y creía que eran «gusanitos de mar», tal cual. Besos y suerte.
Qué bueno, cómo me he reído, sobre todo porque yo las veo así cuando están sin pelar jajajjajaja. Eso sí, peladas y en cóctel están muy ricas jjj. Un saludo.
Gracias de nuevo a todos (a todas, podríamos decir por las últimas comentaristas) por pasaros. Sí, es cierto que la vena de humor intenta imponerse al final, pero el mal rato del niño para él se queda. ¡Qué feas pero qué ricas las joías! Los sustos con gambas son menos, seguro. Besos.