101. Día de Todos los Santos (RSM)
Buenas tardes, Francisco. ¿Qué tal te va por ahí arriba? ¡Ah, qué envidia me das! Eso sí es disfrutar: sin apreturas con la pensión, sin la osteoporosis consumiéndote las vértebras, sin necesidad de fármacos para aliviar los espigonazos que te dieron las tripas antes de pararse… Qué sufrimientos, ya lo sé. Y tú sabes que yo era incapaz de ponerte los enemas: era superior a mis fuerzas. Si no hubiera sido por Isabel, lo mismo revientas. Lo comprendes, ¿verdad? Una siempre ha sido muy escrupulosa con lo relativo al cuerpo, no te descubro nada nuevo. A Isabel, sin embargo, no le costaba mucho manosearte; con eso de que fue enfermera… Demasiadas licencias se tomó contigo a costa de tus intestinos. Y esa amabilidad cargada de afecto… Comprenderás que no podía consentirlo, ¡qué dirían en el pueblo! Pero me equivoqué: debí servirle a ella mi té de hierbas y no a ti, que tanta compañía me hacías desde tu sillón, aunque no abrieras la boca. Sin embargo, los errores se pueden remediar. De hecho, sólo he venido a cambiarte las flores y marcho corriendo a la droguería de Elena, a comprar esos insípidos polvos amarillos para las cucarachas. Un beso, Francisco.
Los celos, ese monstruo desbocado que si se apodera de nosotros nos transforma para mal.
Me gustó. Mucha suerte.
Ton.
Me gustó, me sacó una sonrisa de un tema que no es para reírse. El universo de los pensamientos, de los celos, de los comportamientos humanos. Lo he disfrutado.
jajaja…me gusta la forma de narrar que has elegido, la primera persona y ese chorreo de pensamientos encelados. El detallito de los instestinos…fino, fino.
Me pregunto, ¿y ahora para quién serán los polvos?
Suerte.
Ricardo, muy buen relato, los celos suelen ser más que un monstruo, dado que aniquilan el amor y solo responden al rencor.
Excelente manera de relatar.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias a todos. La limitación de palabras del concurso me ha impedido plasmar más acertadamente que la señora se encontraba ante la tumba de su marido, pese a insinuarlo con el título. Los polvos eran para… uno de los tres personajes del relato, Reve Llyn. Está claro que debo practicar más este género 🙂 Gracias de nuevo por vuestros comentarios y mucha suerte para vosotros también!
Curiosa carta de despedida, confesión final al mismo tiempo, en la que nos llevas a las tribulaciones de las personas mayores pero jugando a darnos las pistas para descubrir un asesinato, y por qué no a una singular asesina, que víctima de su propio despiste, igual acaba siendo una de esas en serie. Mucha suerte 🙂
¿Seguro que era despistada? Recuerda que el tema son los monstruos! Muchas suerte también, Juan Antonio!