39. Herencias
Yo podía perfilar unos escasos catorce, y mi padre unos todavía jóvenes cuarenta, cuando el incidente manchó de sangre el barro del campo arrendado. Son malos días para el arado cuando las tormentas vienen a destiempo. La tierra está blanda y las cuchillas se desvían sin control. Yo era el que manejaba y él andaba al lado.
Era un tipo duro, así que sin estar todavía bien recuperado insistió en que fuéramos juntos a la colina de Las Hermanas.
El subió con muletas de cedro y yo con la mortaja y la pala, y allí donde me dijo me puse a cavar mientras el entrecruzaba dos palos de encina con una fina rama de mimbre.
Cuando el agujero fue suficiente, la puso dentro y yo la cubrí de tierra. El colocó el remate y se despidió sin ninguna teatralidad.
Fue entonces cuando me lo dijo: Sabes que puedo pedalear con una pierna, como hizo tu abuelo durante un tiempo, y que la bicicleta todavía es mía ¿verdad?
Le dije que sí con la cabeza, sin demostrar sentimiento alguno, y dejamos atrás ese vasto jardín de pequeñas cruces.
Pues ya lo siento, porque creía haber dado muchas pistas. Voy a esperar para ver si alguien las ve.
Muchas gracias, Ana, por comentármelo.
Abrazos
Gracias, Ana, por volver al relato y ver lo que has visto, porque por ahí andaba la idea.
Besos
Yo deduzco que la bici ha sido enterrada como castigo por el incidente con el arado y que más vale que no la desentierre porque pertenecerá a su padre mientras viva. Jo, qué pedazo de castigo, y de qué poco le va a servir la herencia… Un saludo, Javier.
Ana, empiezo a preocuparme porque no se entienda el relato.
No entierran la bicicleta, pero no digo más, necesito ver que alguien lo entiende.
Muchas gracias, de verdad, por tu compañia.
Abrazos.
Madre mía, ¡es su pierna!
Gracia, Ana, gracias de verdad, estaba tristón porque no se viera.
Besos, abrazos y pinturas de colores.
Javier, buen relato, pero yo también he pensado al principio que era la bicicleta lo que enterraban y me he perdido un poco en el último párrafo. Leyendo el comentario de Ana y releyendo el relato, queda más claro lo de la pierna.
Suerte!
Gracias, Blanca, yo creía que con lo del incidente(que no accidente), las muletas, la mortaja, lo de «puedo pedalear con una pierna como el abuelo», estaría claro, pero se ve que algo me falló.
Abrazos
Un relato marcado por un incidente. Un entierro de un miembro que antes latía y pedaleaba fuerte. Un abandono de esa actividad en las pequeñas cruces que marcan un pasado. Naturalidad en su despedida, sin dramas, sin lloros…Solo con nostalgia de no poder volver a los caminos en su bicicleta.
Buena historia.
Suerte. Un abrazo Javier.
Gracias, Mª Belen. La verdad es que seguirá pedaleando con una pierna y su hijo no podrá heredar todavía la bici, hasta que tal vez pierda la otra pierna.
Un abrazo
Javier, estaba muy claro tu relato, solo había que leerlo. Muy buen relato. Dramático.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Moli. Me alegra te guste y se entienda.
Abrazos
Javier… muy buen relato!
Confieso que he tenido que leerlo un par de veces para asegurarme de qué se trataba, porque dejas muchas incógnitas en el aire, pero evidentemente, hablas de un incidente con el arado que tiene como consecuencia una amputación y luego su enterramiento.
Es que como el tema es la bicicleta, yo también pensaba uqe tenía más protagonismo y estaba esperando verla enterrada.
Pero está muy bien, necesita leerse con interés, nada más.
Enhorabuena y suerte!
Abrazos
Marta
Gracias, Marta. En realidad la bicicleta tiene un protagonismo total. Sin ella como herencia no se cortarian tantas piernas. Ya ves que la colina esta llena de pequeñas cruces. Hay una mala costumbre que se hereda de padres a hijos.
Un abrazo
Ni que fuera de oro la dichosa bicicleta. ¡La que ha liado! Las herencias es lo que tienen… 🙂
Bueno, una bici es una bici y se hace lo que haga falta.
Gracias y abrazos
Una bicicleta que no podrá heredarse hasta que el padre pierda la otra pierna, o le llegue el momento de dejar el mundo. Una herencia que lleva consigo trabajo duro, personas austeras y luchadoras y peligro de piernas sesgadas. Una vida que ha de seguir aunque sea con un miembro menos, no puede ser de otra forma, no hay tiempo para sentimentalismos, si la realidad es implacable las personas también han de serlo, y eso también es una herencia, quizá la principal, que el padre transmite al hijo con su ejemplo.
Me ha parecido ver cierta preocupación en tus comentarios por si no se había entendido bien el sentido de tu relato, yo creo que en líneas generales, aunque no soy ningún lince, lo he comprendido; ya me dirás.
Un saludo y suerte
Angel, me vas a perdonar un ¡joder!, visto de una manera excelente, porque a parte de los hechos concretos detras estaba todo eso que tu has descrito mejor que yo lo haría. Esos seres duros que por la vida que llevan ya no se permiten ni siquiera quejarse, hasta el punto de admitir que tu hijo haga lo que tu ya hiciste con las piernas de tu padre solo por tener una bicicleta en tu adolescencia. No se si has percibido que en realidad no fue un accidente, tal vez ahí me he pasado.
Claro que el relato es exagerado, pero es lo que podemos permitirnos al escribir ficción para transmitir cosas más reales.
Encantado con tu visión.
Muchos abrazos
Por cierto, Angel, que el título va en plural precisamente por lo que tu has comentado, hay más herencias que la bicicleta.
Qué extraña atracción ostenta esa bicicleta. Por lo que leo, demasiado deseada entre los miembros de esa familia. Hasta el punto de llevar a provocar el accidente que permita al fin hacerte con ella.
Muy bueno.
Saludos
No solo en esa familia, en todo el pueblo y desde hace tiempo. Hay muchas crucecitas.
Es una circunstancia que llevo al limite para expresar cuanto se puede desear algo tan humilde desde la pobreza extrema. En contraposición la asunción del hecho por los padres es espartana.
Gracias, Ton, y abrazos.
Javier, he leído dos comentarios tuyos del principio y en mi caso has conseguido el efecto sorpresa que has buscado. Haciendo creer en algún momento que era la bicicleta, pero creo que claramente a partir de lo de las muletas ya se ve… Y ese niño cuidadín que tiene un peligro… Aunque eso sí queda más a la interpretación del lector. Suerte, Javier, que tu relato mola.
Gracias, Lorenzo, me alegra que te mole. Y sí, pude ser de esos relatos que dejan cavilar al lector, si le apetece, claro.
Abrazos
Nuestra historia de las cosas nos define como personas. Muy bien traído tu relato sobre las consecuencias físicas y emocionales que provocan las propias carencias.
¡Me ha gustado!
Me alegra que te guste, Cari, y que traigas a colación el tema principal.
Abrazos
Un relato muy duro no solo por las consecuencias de ese incidente, sino por todo lo que arrastra y arrastrará. Desde el principio entendí lo de la pierna, esa sangre en al tierra, lo que no había terminado de captar era la intencionalidad, uf, miedo me han dado todas esas crucecitas. Mucha suerte Javier con tu relato.
Gracias, Yashira. Es relato es excesivo en cuanto al echo que se describe, buscando que se perciba lo que en realidad hay detrás.
Mis abrazos por tu amable visita
El relato es excesivo en cuanto al hecho (quise decir)
Me has dejado impresionada, que relato más duro y triste y sin embargo no lo traspasas a tus protagonistas.
Me gustaría verlo en un buen lugar, sin duda es uno de mis favoritos.
Saludos y mucha suerte
Y para tranquilizarte, después de leer algunos comentarios, debo decirte que yo al menos si lo entendí, a la primera.
Al Cesar, lo que es del Cesar.
Un abrazo
Gracias, Rosy. Me alegra que te gustara y vieras la historia, pero lo que más es esa sensación que comentas de que la historia es más dura de lo que transmiten los protagonistas, sin duda una visión muy interesante y real. Yo he estado en algún viaje con gentes sobre las que he comentado eso mismo.
Muchos abrazos
JAVIER, cada cuento lo interpreta el que lo lee, el tuyo también. Dura y singular historia como parece que son sus vidas. Suerte y saludos
Así es,Calamanda, lo que pasa es que temía no haber sido capaz de transmitir un mínimo necesario para que cada cual llenara el resto.
Gracias y abrazos por tu visita.
Javier, el relato me ha gustado mucho, tal vez desmesurado por el premio que intenta conseguir, pero es extrapolable a las ambiciones de otros bienes. La frase «la bicicleta todavía es mía ¿verdad?», con la ironía que encierra, da sentido y explicación al relato. Abrazos y feliz verano.
Seguro, Salvador, que es desmesurado, una manera de llamar la atención sobre circunstancias reales. Los relatistas tenemos esa libertad. Ahora, tal vez esta vez me he pasado.
Gracias y un abrazote.
Entiendo que más que la historia de una familia es la de todo un pueblo, por esa frase final. Dura historia y muy bien el registro elegido. El relato me ha hecho pensar en Cela, no me preguntes por qué porque no sabría precisarlo. Besos y suerte.
Ana, entiendes bien, por eso muchas cruces.
Bueno, no se si lo de Cela será por las historias dramaticas y rurales, salvando las inmensas distancias, por supuesto.
Gracias y abrazos.
Javier, el orgullo de un padre que, a pesar de haber perdido la pierna, no cede la bicicleta su hijo. Este niño o joven se ve que la ha estado esperando pues de alguna manera siente desilusión al oír a su padre afirmar su propiedad por encima de su discapacidad. Son seres duros «hechos a machete» prácticos y con el dicho en la boca de «del ahogado el sombrero», y que, a pesar de la desgracia del otro, siempre están en disposición de aprovechar cualquier oportunidad para obtener algo a cambio de la desgracia que pueda acontecer en las vidas ajenas: CARROÑEROS.
Graccias, Paatricia, por tu visión del relato y tus comentario.
Abrazos