40. Ojos verdes
Subiendo y bajando por los terraplenes del pueblo, pasaba el verano sobre la bicicleta. Aquella que estuvo alojada y maltrecha durante años en los corrales de padre,y yo pude recomponer. Don Gabino, el boticario, en cada caída, rociaba mis rodillas con yodo. Terminada la cura, me ponía en marcha en mi único quehacer estival hasta que regresó Sara. Entonces el párroco se empeñó en confiscarme primero la bicicleta, y como era capaz de encontrarla en la sacristía, terminó por quitarme los pedales. Así que el camino se me hacía más largo hasta la casa de Sara y sin embargo no cejé en mi afán de visitar a diario a la mujer, que hace años, quizá con la misma bicicleta, mi padre rondó durante todo un verano; Sara, alcahueta y prostituta, que había abandonado el pueblo a fuerza de palos y a la que, aunque tuviese que ir andando, yo necesitaba ver, sabiendo que luego me esperaría el cinto de padre. Ni el yodo podía curar mis lágrimas, no por los golpes que recibía, si no por otro asunto. El que no me dejasen verla, no cambiaba el hecho de haber heredado los ojos más verdes del páramo.
Me parece genial esta historia que nos regalas, sobre todo esa herencia de los ojos verdes. La sangre puede más que la represión.
Un gran abrazo y suerte.
Los ojos, como faros que alumbran a la protagonista, en buscar de su origen.
Un abrazo.
Bueno, pues las visitas parecían para una cosa y eran para algo totalmente distinto.
Que fuerza la de esos ojos.
Abrazos
Muy buen cuento Bego. Tiene un final inesperado que nos lleva a replantearnos los motivos del protagonista.
Y es que hay secretos que saltan a la vista aunque se empeñen en ocultarlos el cura , el padre o quien sea y la sangre tira. Mucha suerte, Begoña.
Qué buen relato, con esos ojos verdes que son la clave de todo.
Precioso relato Begoña. Nada suele detenernos cuando la proximidad a una madre tira con fuerza de nosotros.
Enhorabuena y mucha suerte.
Ton.
Una madre es una madre, nos pongamos como nos pongamos. Por mucha tierra que se quiera echar encima, al final la verdad sale a relucir y las pruebas están a la vista.
Suerte y un abrazo, escritora
El protagonista va superando todas las trabas que le ponen, y nos da la sorpresa con la frase final.
Y bien narrado.
Saludos
Precioso relato. Un color verdoso, intenso y maternal destila por toda la historia. Y es que una madre mueve montañas pero un hijo recorre como sea el camino solo por contemplarla, por sentirla cerca, aunque se empeñen en alejarla de ella.
Y voy a por mi tercera lectura de tu historia, me encanta Begoña.
Un beso guapa.
Muy bien cerrado, no con un clásico broche de oro, sino con dos esmeraldas.
Está bien.
Al menos se sale de los topicazos del tema.
El final sorprende y tiene un punto poético muy entrañable.
Me encanta el final, muy sorprendente. Creo que es un relato con muchas posibilidades. Suerte, Begoña.
¡Bonito y sorpresivo!
Lo que parece un enganche adolescente a la sexualidad recién iniciada se convierte en una relación materno-filial que podemos imaginar mucho más adictiva.
¡Enhorabuena, muy bien contado, Begoña!
Eso si que son motivos, se empeñe quien se empeñe en ocultarlo. Me ha encantado la fuerza de este relato en el que hasta el final no nos desvelas su misterio. Esos ojos son la guinda del pastel, redondo te quedó Begoña, mucha suerte con él.
BEGOÑA, nos llevas pòr tu cuento con maestria y nos sorprendes al final, un exito. Suerte y saludos
Un final que da luz verde a toda la historia. Me ha gustado cómo describes las imágenes de ese pueblo que imagino pequeño y como congelado en el tiempo. Besos y suerte.
Pues muchas gracias a todos, por leer el relato primero, segundo por opinar y despues por las palabras que sobre él me decís. Un abrazo para todos.
Te ha quedado realmente espectacular. Me encantan esos ojos verdes, esa herencia y la fuerza de ese hijo, que se enfrenta a todos para seguir viendo a su madre.
Suerte