69. Cosas que pasan
Llevaba varias semanas con la piel del cuello erizada y un molesto hormigueo en el hombro derecho. Era una sensación rara, como de frío y ligero peso. Incómoda pero no dolorosa. Consultó al médico, pero el doctor no le dio importancia y le recetó unas píldoras para dormir. Cuando la vieja enfermera de la consulta lo acompañó hasta la puerta, le dijo con naturalidad:
—No se preocupe, lo que le ocurre a usted es que lleva un muerto encima, lo más seguro, un niño.
Él, incrédulo, le agradeció por cortesía el diagnóstico pero se fue a casa inmerso en una inquietud desagradable. Las molestias siguieron durante meses hasta que, de repente, una mañana se levantó sin ellas. Apenas le quedaron secuelas, sólo un engañoso alivio, un hondo vacío, un inexplicable echar de menos y la costumbre de ver películas infantiles. Aunque tardó mucho tiempo en poner a la venta la pequeña bicicleta.
Uf, Mar. Este relato es de los que pedalean desgarrando el pecho. Duro pero maravilloso, como todo lo tuyo.
Besos
Muchas gracias Raquel, viniendo de tí, es un orgullo tu comentario. Un beso.
Te lo he dicho en privado, pero te lo digo también por aquí: aparte de lo evidente, que es, pues todo, es la sutileza que has puesto al introducir el tema del mes lo que me embelesa.
No sé si llegará al podio, pero es lo de menos cuando un relato ya es bueno.
Un abracico, rubia.
Gracias Miguelángel, el tema de la bici se me ocurrió desde el principio pero como me pasa muchísimas veces, lo que pienso que podría ser el principio lo dejo para el final. A veces funciona y otras no, aquí el resultado la verdad es que me gusta mucho, me alegra que a ti también. Un abrazo primo.
Me gusta mucho Mar, cuando te leo me viene a la mente mi queridísimo Juan José Millás, te lo digo como un piropo pues le admiro muchísimo. Como a ti. Me encanta!
Suerte! Besos,
Sandra. 🙂
Que me compares con alguien al que admiras es un placer, la verdad. Muchas gracias Pulgacroft, hay comentarios que te alegran el día. Un abrazo.
Mar, con que maestria has introducido el tema del mes en este precioso cuento Suerte y saludos
Gracias Calamanda. Las bicicletas están dando para mucho. Nosotros somos de la generación de la bici. Un abrazo.
Te leo Mar y lo haces tan fácil, que me entran ganas de imitarte. Entonces veo que lo aparentemente fácil, es solo eso, aparente. Vaya talento.
Me mojo, de los que he leído el tuyo junto con el de Ángel Saiz, en el podio.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
DAvid, gracias, que me pongo más ancha que larga, pero Llevo mucho sin escribir, yo creo que he perdido hasta práctica. Un abrazo.
Me ha parecido un relato muy loable, y bien contado.
Te felicito, Mar.
Gracias Mª Jesús, un abrazo.
Me gusta sobre todo el modo en el que relatas cómo tu protagonista acepta la situación molesta de portar algo ajeno y desconocido. Y el final. En el fondo tu personaje quiere continuar siendo niño por algo más de tiempo. Igual que yo.
Mucha suerte Mar.
Ton.
Es difícil abandonar la propia infancia o aceptar que se acaba la infancia de tus hijos. No es malo querer seguir siendo un niño, yo creo que es mucho peor querer seguir siendo un adolescente, jaja. Un abrazo.
Me resulta difícil creer que se pueda relatar mejor la pérdida de la infancia. Enhorabuena, Mar, apuntando alto.
Rafael, lo que más me asombra de escribir es las diferentes versiones que al lector interpreta en mis palabras y me viene a la menta cuando escuché de algún escritor, no recuerdo quién, que una vez que escribes un relato, ya no te pertenece, pertenece a quien lo lee. Un abrazo.
Un relato que cuenta, aunque surrealista y que no llego a captar del todo, algo se me escapa.
¿Es lo que dice Rafa, la perdida de la infancia? Hija, tengo días más duros que otros.
Que no, que no, que cada una imagina lo que quiere. Yo imaginé que escribía un cuento de miedo pero en realidad es un cuento de soledad. Un abrazo.
Gracias Ana, gracias por tu comentario. Un abrazo.
Decía Pepe Hierro que poesía es decir más de lo que se dice. Mar, lo consigues con este micro, en el que cada cual puede hacer su lectura, a mí me parece inquietante, como si contuvieramos la respiración hasta la última frase. Un mundo oculto en la primera parte del micro, algo ominoso que se lleva dentro y que se manifiesta casi fantasmalmente y que cobra sentido cuando desaparecen los síntomas y, como el que muda de piel- esa bicicleta de la infancia- entra en una nueva vida. Como en todo buen micro, lo que no se dice, nos abre la imaginación y nos ensancha la realidad.
Un saludo.
Gracias Miguel por tus palabras. Tu comentario enriquece aún más el relato. Precisamente provocar inquietud era mi primer objetivo con la historia. Un abrazo.
Leyendo tu hermosos cuento me han venido a la cabeza unos versos de Machado:
«En el corazón tenía la espina de una pasión
logré arrancármela un día, ya no siento el corazón.
Aguda espina dorada quién te pudiera sentir
en el corazón clavada»
Grande como siempre, Mar.
Gracias Paloma, hay espinas que nunca te puedes arrancar, la añoranza del niño que un día fuimos es una de ellas. Un beso.
Maravilloso. De mis preferidos en el tema de las bicicletas.
Feliz verano
Gracias María, un placer recibir tu comentario. Un abrazo.
Con que delicadeza, sencillez y maestría has abordado el tema del mes. Gusta leerlo, te queda un sabor que te hace volver a él.
Te felicito por ello Mar, siempre es bueno leerte.
Un beso guapa.
Mª Belén, la verdad es que el tema del mes da para muchas historias, pero yo siempre asociaré la bicicleta a infancia, quizás porque yo nunca tuve una propia y era lo que más me gustaba del mundo. Un abrazo.
En primer gracias, por la garantía de disfrute que son siempre tus cuentos.
Destacaría la naturalidad con la que manejas lo surreal, el modo en el que haces que el lector asimile algo inconcebible como si de un hecho cotidiano se tratara. Que te sigo admirando vaya, pero no gratuitamente, no.
Un abrazo, guapa.
Hola Yolanda. Qué alegría coincidir aquí. La admiración es mutua, te lo aseguro y tampoco gratuita. Un besazo.
Entre las cosas que más claras tengo (que no son muchas), es que nunca renegaré de aquel niño que fui y que sigue dentro de mí, no me importan las ligeras molestias derivadas de su presencia remolona, las prefiero al vacío que supondría su ausencia irrevocable. Para mí, los pequeños son la mejor gente que existe, todavía se asombran y no han tenido tiempo de contaminarse.
Me gusta mucho tu relato y hasta me identifico un poquito con tu protagonista, aunque creo que yo no hubiera tenido valor para vender la pequeña bicicleta.
Un abrazo, suerte y feliz verano
Bueno, Mar, pues al parecer echaba de menos al chaval, que era su única compañia. Me gusta esta interpretación, que hago por algunos comentarios leidos.
Puede que a mi me sobre la frase final, pero eso va a gustos.
El personaje de la enfermera es genial.
Enhorabuena y abrazos.
Pues mira, Mar, que no me queda a mí tan claro que el relato vaya sobre la pérdida de la infancia. De hecho, sólo he pensado en ella una vez leídos los comentarios. Como dices por ahí arriba, el relato termina perteneciendo a quienes lo leen, así que gracias por la parte de él que me ha tocado. Porque me ha tocado, y mucho. Besos y suerte.
Ahhhh…que hermoso Mar,y que abierto. La de ideas que me siembras. Desde un padre que ha sufrido la muerte de un hijo (tristísimo lo se, pero es lo primero que me ha venido a la cabeza), hasta una persona que se está adulterizando (¿se entiende el palabro?) Me gusta mucho cuando los relatos además de estar bien escritos, siguen escribiéndose en mi cabeza. Felicidades.
Muy bonito Mar, y abierto a muchas interpretaciones…yo me quedo con el paso de la infancia hacia la madurez. Y alabo el gusto del protagonista aunque yo creo que nunca pondré mi pequeña bici a la venta. Necesito volver la vista atrás fui y mirar por aquellos ojos de la infancia. Ver el mundo con la sencillez y el asombro de la niña que fui.
Mucha suerte
Cuantas interpretaciones da tu relato, me dejó pensando.
Excelente.
Un abrazo y suerte.
Lleva un muerto encima. Qué bueno.