82. Sin manos
El día en que le quitaron las dos ruedecitas a la bicicleta azul, Carlos sonrió de una forma extraña a sus papás, que le animaban a circular “solito” por el patio mientras le impulsaban -apoyando disimuladamente sus manos en el sillín- y se miraban complacidos. Pero su emoción fue excesiva. Un repentino viento del norte y la ligera pendiente del tiempo, propicia al despegue o al skateboard, hicieron el resto.
Desde que perdieron de vista la silueta de su hijo adolescente, pedaleando allá arriba contra un fondo de nubes de color violeta, no hacen más que preguntarse -leyendo y releyendo las páginas del manual de autoayuda para padres primerizos- en qué puñetera instrucción lo habían perdido.
Paz, muy buena descripción, a la par que simpática, sobre como ven los padres el cambio de sus hijos a la adolescencia.
Enhorabuena y abrazos
Pues así mismito nos va ocurriendo a todos. En principio, hemos sido ciclistas. Aprendices de la vida. Pero al cabo de los años, una vez ese repentino viento del norte nos ha arrastrado hasta las alturas, todo va cambiando, hasta convertirnos en espectadores incrédulos de tan prematuro alejamiento.
Lindo Paz. Mucha suerte,
Ton.
¡Gracias chicos! Los hijos deberían venir con manual de instrucciones incorporado.También es verdad que perdería parte de la emoción. Abrazos
Paz, coincido con los comentarios en todo, bonita reflexion. Suerte y saludos
jajajaja…¡¡¿pero traía?!!
Muy buen relato Paz. Conciso y crítico.
Así es la vida, Paz. Cuando sopla el vientecillo de la libertad, que cantaba Sabina, los pajaritos vuelan.
Saludos cordiales
Esta vida cambiante que nunca deja de sorprendernos, tanto por los cambios propios como por los ajenos, algunos lo llaman evolución, será eso.
Un abrazo y suerte