66. El último consejo (Juana Mª Igarreta)
Entró en el cementerio en actitud vigilante, disparando con sus inquietos ojos miradas por doquier, como temiendo ser reconocido por alguno de los escasos vivos que en esos momentos se hallaban en el lugar.
Mientras se dirigía al panteón familiar, los pensamientos bullían en su cabeza preguntándose el verdadero motivo que le había llevado hasta allí. Recordó el carácter despótico de su padre y su especial habilidad para hacer de los consejos órdenes: “No hagas Bellas Artes, no tiene salida”, “no salgas con esa chica, no te conviene…”. Así había dirigido su vida, haciendo anidar en él la frustración y el miedo a tomar decisiones. La aversión a su progenitor fue creciendo en su interior como una mancha de petróleo en el mar. No asistió a su funeral y tampoco hizo nada por verlo durante los tres años que estuvo ingresado en un geriátrico. ¿Hasta qué punto fue injusto con él?
Sin apenas darse cuenta se encontró ante la lápida marmórea rotulada con el nombre de su padre. Al leer el epitafio, no pudo evitar escuchar de nuevo su voz, diciendo:
“Si en vida no quisiste honrarme con tu presencia, vanos serán tus intentos de hacerlo en mi ausencia”.
¿Sabes a qué me recuerda, Juana? A La casa de Bernarda Alba. Hay padres/madres con una personalidad tan fuerte y tan posesiva, que jamás quieren soltar las riendas de la vida de sus hijos. Y este, ni siquiera después de desaparecer. ¡Un abrazo, muy duro y bien contado este micro!
Sí, me pones un buen ejemplo de abuso de autoridad. Parece que hoy en día casos así son los menos. Yo más bien conozco casos a la contra, en que los hijos pierden del todo el respeto a los padres…
Gracias, Luz. Felicidades por todos tus éxitos, el que vale vale. Otro abrazo para ti.
JUANA Mª, vaya caracter. Buena historia, bien contada y ambientada. Suerte y saludos
A los que han sufrido tal despotismo, les suele resultar difícil educar hijos sin que éstos no reciban también algo de esa influencia negativa. Bueno, a veces pasan al otro extremo, un exceso de libertad. Esto de educar es complicado para todos, la verdad. Gracias, Calamanda. Suerte para ti también. Saludos
Un amor filial que no es tal, sino sólo un egoísta afán de control, un epitafio que resume a la perfección el intento de perpetuar esta mala práctica por medio del remordimiento en su hijo, qué siempre vivirá con la duda de si actuó correctamente contra aquel que trató de dirigir su vida sin derecho, como lo prueba la pregunta que se hace de «¿Hasta qué punto fue injusto con él?»
Un buen relato, Juana María. La vedad, echaba de menos tus letras.
Un abrazo y suerte
Habría que ver cómo ha sido educado ese padre. No sirve de justificación, pero a veces, muchas veces, uno da lo que recibe.
Gracias por echar de menos mis letras, entre tantos y buenos escritores… es todo un elogio. Otro abrazo y suerte para ti, Ángel.
Qué pena, Juana. Qué pena que las palabras nos separen. Que el rencor no permita a un hijo estar junto a su padre, y que ese padre desee que su epitafio continúe molestando, hiriendo a su hijo.
Relato triste que hace pensar lleva a reflexionar.
Un abrazo grande
Perdona, Amparo, veo que te había saltado sin responder. Pues sí que da pena que existan casos así de extremos, en los que la falta de entendimiento acabe en una ruptura definitiva. Si te ha hecho pensar como dices, doy por válido el relato. Muchísimas gracias por leer y comentar. Otro abrazo grande para ti.
Un hombre inseguro, lleno de pesar, resentimiento, temores… Las relaciones con los padres configuran en buena medida nuestra personalidad y el padre de tu relato marca de por vida a su hijo. Una historia muy real con regusto amargo. Besos y suerte.
Sí, aunque cada vez menos (más vale), todavía se ven ejemplos parecidos. Somos como nos educan y nos resulta difícil sustraernos de ello. Hay que practicar mucho la comprensión para ver también lo positivo, que también lo suele haber, en la forma de actuar de un padre tan rígido. Muchas gracias, Ana, por tus palabras. Besos y suerte también para ti.
Cuando un padre quiere ser barco y capitán de la vida de su hijo la vida de este naufragará irremediablemente, ha heredado inseguridad y miedo. Pero lo que más me ha impactado del relato es la ausencia del perdón, del hijo hacia la excesiva protección de su padre y de este hacia su ausencia. Me ha gustado mucho, Juana Mª. Abrazos.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, Ana. Creo que educar es lo más difícil que hay. Siempre pecamos por exceso o por defecto. Conozco de todo tipo de ejemplos y, salvo unas reglas muy básicas, no hay un manual que resulte válido para todas las personas. A veces, la línea entre la confianza y la falta de respeto es muy fina. Gracias por comentar y suerte también para ti. Saludos
La presión del padre ha sido tal que ha impedido que el hijo viviera la vida que le hubiese gustado; y esa amargura se convierte en un total rechazo y reproche hacia su padre. Posiblemente el padre vea al hijo como injusto y desagradecido, porque desde su parecer todo lo ha hecho por el bien del hijo. El epitafio está cargado de rabia, fruto de la incomprensión hacia la conducta del hijo. Gracias, Salvador, por comentar. Abrazos también para ti.
Esta clase de personas deberían estar erradicadas, como la mala hierba.
Genio y figura hasta en la sepultura.
Suerte. Muchos besos.
Bien se podría haber titulado este relato con la frase que citas: «Genio y figura hasta la sepultura». En cuanto a tu deseo, me temo que, aunque menos, sigue habiendo tipos así. Muchas gracias, Virtudes, por tus palabras. Suerte y besos también para ti.
Un gran relato que toca además del tema de las relaciones paterno-filiales el del perdón. Todo junto es muy complicado. No hay ninguna máxima que funcione sí o sí. Las personas somos impredecibles, y son roles en los que muchas veces la buenas intenciones y las ganas de hacerlo bien no son suficientes. Mucha suerte 🙂
Así es. Cuando el desencuentro se hace norma y acaba en ruptura, o el cariño es más fuerte que las diferencias, dejando a un lado el orgullo y los reproches propiciando el acercamiento o no hay nada que hacer. El perdón es una suerte de generosidad que no está siempre al alcance de todos. Mil gracias, Juan Antonio, por tus palabras. Suerte también para ti.
“Si en vida no quisiste honrarme con tu presencia, vanos serán tus intentos de hacerlo en mi ausencia”. Jesus, José y María. Ni en la tumba le va a dejar respirar. Pobre hijo.
Muy buen reflejo de un carácter autoritario, Juana.
Suerte
Muchísimas gracias, Izaskun, por leerme y comentar. Suerte también para ti. Saludos
Menudo personaje nos traes, Juana. Me gusta como nos lo vas acercando a través de los pensamientos del hijo y como el epitafio nos confirma y nos reafirma en el tipo de persona que era. Muy buena también la forma como trasluce, a pesar de todo, ese deseo del hijo por agradar, por dejar de lado viejas rencillas y como, hasta desde la tumba, lo impide el padre.
Suerte y abrazos