69. Genio y figura…
Todos tenemos una zona yerma en el corazón, que ni siente ni padece. Lo que nos diferencia es su dimensión y la calidad sensible del resto.
A Juancar, en la autopsia, ni siquiera se la encontraron a simple vista, era tan diminuta que no pudo ni llegar a utilizarla.
Sufría, sufría mucho por todo y por todos, pero no se permitía a si mismo que los demás lo percibiéramos, y por eso siempre lo recordaremos sonriente y optimista ante los desfalcos de alegrías que la vida acumula.
Bueno, hasta aquí, humildemente y sin permiso expreso, ha sido cosa mía. Ahora lo que Juancar me encargó para este momento.
Según él, y en cuanto a mi se refiere no le faltaba razón, mientras caminamos por un cementerio tenemos una tendencia innata, morbosa o curiosa, a ir leyendo las lápidas de seres que nunca conocimos, así que me pidió encarecidamente, que en la suya como epitafio, o vete a saber qué, pusiéramos simple y llanamente, por si podía arrancar una sonrisa a tantos que pasarán ante la suya, “Tonto el que lo lea”, sin más.
javier, vaya idea de frase lapidaria para que te recuerden una eternidad. Original cuento y bien resuelto. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda, es algo que se me ocurrió viendo que siempre vamos leyendo en los entierros.
Abrazos
Muy peculiar este personaje, todo lo contrario a un insoportable quejica (no puedo con ellos), con genio y figura, que hasta en la sepultura no quiere que nadie le llore, sino que se le ocurre una fórmula clásica (que a mí me recuerda cómics o tebeos) para que todo el que pasa, lejos de una posible tristeza, haya de esbozar una sonrisa.
Un saludo, Javier
Gracias, Angel, esa es la idea.
Abrazos
Un personaje de tan buen corazón que se lleva su empatía hasta la tumba. La carga emotiva de su muerte la quiere apaciguar con un gracioso y entrañable epitafio. Muy bueno, Javier. Abrazos.
Gracias, Ana, sí que es un tipo especial que nos gustaría tener cerca, pero habría que tener ojo y mimarlo también.
Abrazos
Gracias, Salvador, es verdad lo que dices quiere quitarle hierro al asunto hasta el último momento.
Abrazos
Entrañable personaje, lo imagino todo bondad y entrega llevada hasta la última consecuencia. Un epitafio para que aquel que lo lea sonría y de esa manera quitar toda tristeza.
Genial relato, estupenda idea la tuya al abordar este tema.
Suerte, abrazos Javier.
Pues sí, Mª Belén, un buen tipo el Juancar, que aunque ficticio, haberlos, haylos. Lo bueno es encontrarlos en el camino.
Gracias por tu apreciación y besos.
Frase lapidaria -nunca mejor dicho- que seguro que a nadie deja indiferente. Perpetuar la risa y la sonrisa aún después de muerto. Muy bueno, Javier, y narrado con frescura.
Suerte y un abrazo.
La verdad, Cristina, es que no creo que nadie olvide haber leído algo similar cuando camina en un entierro.
Gracias y besos,
Un relato muy original. Un enfoque diferente muy bien narrado. Ese hombre se llevó la empatía hasta la tumba. La ocurrencia final muy de la filosofía de un tal Groucho Marx. Mucha suerte Javier 🙂
Gracias, Juan Antonio. La verdad es que no había pensado en lo de Groucho, que es una genialidad, y me alegra que te lo haya recordado.
Abrazotes
Qué simpatico, Juancar. Coincido con Juan Antonio, a mí también me ha recordado el epitafio de Groucho Marx.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Izaskun. Eso se pretendía, algo entre entrañable y simpático dentro de esa costumbre de leer lápidas en los entierros.
Besos
Un pedazo de pan, tu Juancar. Su epitafio (o lo que sea) además de divertido, creo yo que quiere ser una llamada de atención: qué haces leyendo lo que pone en mi tumba, si cuando estaba vivo no me hiciste el menor aprecio. O a lo mejor es cosa mía 😉
Suerte y abrazos
Gracias, Anna. Ya sabes que cada cual puede interpretar lo que quiera o le sugiera. Yo en realidad solo utilizo un hecho que he observado al igual que Juancar, y por eso sabe que será muy leido. Así que se marca la broma.
Besetes