81. Final feliz
Diecinueve y treinta horas. La tarde se tejía con hilos de lluvia formando un manto de tristeza y angustia. «Vamos a llevar flores al cementerio para rememorar quien se fue, mi mitad”. Como todos los días de difuntos.» Esa frase era el único pensamiento que giraba en torno de Dulce Victoria. No cabía más pensamiento que ese. Se vistió con un vestuario acorde para tal evento. No cabía posibilidad alguna de ataviarse de colores llamativos ni vivos. Aunque ella seguía pensando, y seguiría por los siglos de los siglos, que el sobrio no era un tono que le hiciera ningún homenaje. Más bien su antónimo. Llegó a las ocho menos cuarto hasta casa de su madre, la morada en la que malvivió con su difunto padre.
-«Date prisa madre»- decía sentada en su pequeño utilitario, aún con restos de sangre que no hace mucho tiempo respiraban de vida pero que hoy eran restos que con el desgano se habían quedado impregnados formando parte de la tapicería.
Nunca llegó a salir. Ella siempre lo supo. Cada primero de noviembre, recordaba satisfecha cómo había asesinado a su padre en aquel coche por haber degollado a su madre. –“Son rosas, como tú mamá.”
Con una buena impresión del relato, inicio los comentarios, que crecerán con el paso de los días.
Te deseo suerte en esta aventura literaria, Juan José
Muy fuerte esta historia. Suerte y saludos
muchas gracias por los comentarios!!
Potente y cargado de mala leche (de la buena, de la que hace que luzcan muchos relatos). Mucha suerte 🙂
Gracias Juan Antonio!!