84. Visible (Patricia Mejías)
No cuestionó el aroma a licor que impregnaba las ropas manchadas de pintura de su sobrino. Pagó los dos céntimos acordados por retocar la inscripción en el sepulcro de su esposo, y le preguntó:
─ ¿Esta vez se distingue bien el apellido Soto? El año pasado me confundí y le dejé las flores a Dulce Coto.
─Sí, tiita, bien grande y repintado. Desde largo, usted puede reconocer la tumba del tío Dulo.
La anciana tomó la canasta con flores y se marchó al camposanto. Cada cruz le dio la mano para ayudarla a atravesar aquella blancura indistinguible, de no ser por las letras en negro y recién pintadas: Hermenegilda López, Leónidas Peraza, Rudecindo…
Puso arruga contra arruga en el ceño fruncido. El Padre maldecía a gritos. Entre risillas, la gente comentaba: «¡Qué clase de epitafio! Seguro que murió de cólico miserere. ¡Qué va! Eso tiene traza de que le dieron un balazo por mala parte»
Apenas avistó a la anciana, el sacerdote la reconvino: ─Te burlaste del pobre viejito. ¡Borra esa infamia!
Temblorosa, tomó una piedra. Con los brazos extendidos, la cruz la urgía a desconchar los caracteres de una cuarta de largo: «Aquí dezcansa Tío Culo Roto»
Patricia, vaya situacion tan comica. Suerte y saludos
Muy divertido, Patricia. Se lució el sobrino cambiando el epitafio y pobre viejita el mal rato que tuvo que pasar. Muy bien descrita la escena, has conseguido un micro muy visual y me has hecho reír con ese epitafio corregido bajo los efectos del alcohol.
Suerte
Un beso grande, Patricia.
Mucho humor ¿negro?, en tu relato.
Ha sido bueno leerte.
¡Mala leche la del sobrino! Y muy buen humor el del micro en un tema complicado para ello.Enhorabuena
Abrazos
Me has arrancando la carcajada final XD. He seguido con mucha atención el relato. Lo has definido todo con tanta precisión y está todo tan bien puesto que me encontrado deseando saber el desenlace… y vaya si me has sorprendido. Mucha suerte 🙂