ABR72. QUIJOTE OCTAGENARIO, de Teresa Elena Hernández Villagómez
Con el honor bordado en el uniforme, con el orgullo en su maltrecha frente y sin más arma que su testimonio de valor, se presentó en la ventanilla doce.
Como en las ocasiones anteriores, presentó uno a uno cada documento que hacía constancia de su participación en los años más turbios del país, explicando con encomiable paciencia su desempeño en batalla y sus experiencias más amargas en campaña.
El funcionario de la ventanilla escuchaba al Capitán fingiendo interés en su relato, pero al finalizar su encuentro le dio una cita para que presentara su documentación ante un militar de mayor rango, sugiriéndole que llevara algún testigo de su ejercicio militar, como si quedaran tantos vivos por ahí.
Con las rodillas temblorosas, el Capitán se levantó sin dar las gracias y maldiciendo entre dientes. Maldito burócrata y sus trámites, maldito sistema, maldito país que no reconoce el valor, maldita revolución que no dejó más que cicatrices…no, maldito él que se había convertido en un méndigo, no volvería para pelear contra molinos de viento.
Y esa es la razón por la que mi abuelo jamás recibió una pensión como veterano de guerra.
Buenas tardes, me encantan las anécdotas de nuestros mayores, yo me paso horas oyendo a mi abuelo… tienen mucho vivido y mucho por contar…
Me ha encantado Teresa, felicidades…
Un fuerte abrazo.
Muy buen tema para tu relato Tere, la verdad que es una pena que no valoren como corresponde a los veteranos de guerra.
Sólo familiares y gente cercana a aquellos que pertenecieron y pertenecen a la milicia, sabemos valorarlos.
Suerte para este mes!
Un beso!
Una vez más se demuestra la inutilidad de las guerras y las profundas heridas que deja en las personas, porque cuando vuelven son tratados peor que apestosos. Se te metió un acento en mendigo que no lo lleva y da la casualidad que estoy leyendo El Wendigo de Arthur Machen y me sobresaltó. Pobre abuelo!!!
Suerte, Tere. Un abrazo muy fuerte.
Excelente documento en forma de historia, contada en muy pocas palabras, pero que, no hacían falta más para darnos cuenta de que nuestro presente no es mucho mejor del que tenía entonces tu abuelo. Mucha suerte Tere!!
Teresa sin duda tu abuelo y tantos otros quedaron fuera del sistema, al menos tu le has hecho un bonito homenaje y con este relato-protesta.
Un beso para ti y para él.
Asunción Buendía.
La historia pudiera tener cierto interés, esa nostalgia que destila es un acierto. Sin embargo, considero que en 200 palabras, un cuento no puede repetir en 3 ocasiones la palabra ‘presentar’ (o derivados), pues hace que el lector se trastabille un poco.
Suerte.
Las ventanillas, la burocracia, los compulsados… Si es un rollo para cualquiera imagínate para un jubilado del campo de batalla. Solo faltaba que le pidieran mostrar sus heridas de guerra. Original.
Un abrazo.
… y la UPV que inicia un proceso de contratación de profesorado al que sólo puedes acceder via internet y previa subida de los documentos escaneados que tienes que presentar (y que en general ya obran en su poder) y solo admite documentos de dos megas y casi cualquier escaneado pesa más… y además no tiene suficiente ancho de banda y lleva una semana sobrecargado y han tenido que ampliar los plazos porque son unos chapuceros…
Sirva mi propio testimonio como apoyo a tu crítica. Y si llega a la UPV, pues mejor!!
Bien reflejado el sinsentido de muchos trámites administrativos, Teresa, que efectivamente, parecen ideados para disuadir al público de siquiera llegar a iniciarlos. Junto con las tasas judiciales y la futura privatización de los Registros Civiles y la Sanidad… ¡qué lujo de administración ¿pública?!!
Eso si, no te metas con el funcionario ¡qué es un mandao, el pobre!! y además ¡¡le han bajado el sueldo, le han quitado las mal-llamadas pagas extras y le han subido la jornada laboral!!
No sólo pasa en la Administración Pública. ¿Qué me decís de las impracticables llamadas a empresas de telefonía, electricidad etccc? ¿Vosotros veis a un anciano hablando con una máquina que a la velocidad del Rayo Mcqueen le dice, si es usted maño pulse uno, si ha parado de llover pulse dos, si la reuma le aprieta pulse almohadilla, asterisco, almohadilla y manténgalo pulsado hasta que baje la tasa de paro? Todo ello aderezado con la «paraelisa» de Mozart hasta que un teleoperador mal pagado situado en Ecuador te recita tu número de reclamación que es un código alfanumérico de dieciseis dígitos.
Coño, que a gusto me he quedado. Pero es que me ponen malas estas cosas. y lo mismo para reclamar una maleta en la T4 o un paquete de Seur.
PD. ¿Y que a cambiado desde la España de Larra?
Perdon por la h, de ha. La tengo guardadita con mi indignación.